EXISTENCIA (1ª parte)
Por debajo de él hay un extenso mar verde. Nunca ha navegado por el mar, pero sí que lo ha visto. Lo de ahí abajo es un mar, sí, formado por infinidad de tonalidades verdosas. Y más allá?... más allá apenas se aprecia nada, el verde lo llena todo, lo ahoga...
Ese mar es la selva. Y él lo está planeando. Hacía tanto tiempo que no lo veía... cuanto había sido? cuanto tiempo había pasado?. Decidió alejar esos pensamientos de sí. Bajo él se extendía el preciado tesoro de su pueblo.
Acerquémonos más.
La caída en picado emborronó los contornos de alrededor. Aumentó la velocidad. Las copas de los árboles se acercaban velozmente. Tranquilas, mansas... se zambullirá en ellas. En un instante está atravesando multitud de hojas, ramas, lianas... era su hogar, no había duda, siempre lo sería. Era una lástima no poder sentir todo aquello, no poder tocarlo, no poder olerlo. A pocos centímetros del suelo frenó su descenso. Se quedó quieto, escuchando. Los sonidos, tan familiares, dejó que lo inundaran por completo. No quería pensar, no, ahora no, por qué?...
¿Por qué lo habían “despertado”?, algo realmente malo debía estar pasando, y más aún cuando se había cometido un error tan grave. Las imágenes de su despertar volvieron a él. ¿Por qué el ritual lo habían realizado simples chamanes? y por qué en número tan reducido?, el poder no puede venir a áquel que no sea capaz de contenerlo, y menos de usarlo. Y así el ritual había salido mal, nunca antes le había ocurrido esto, a pesar de que sólo había sido objeto de él en dos ocasiones más, hacía muchos, muchos años. Sin embargo... todo está escrito, todo ha de pasar por alguna razón, todo es parte del sagrado plan. Y, aunque no quiera reconocerlo, se alegra de estar como está, libre. Quizá por eso había decidido irse de la sala sin esperar a ver como se resolvía el problema. Pero..¿acaso hubiera podido hacer algo?. Bueno sí, podía haber alertado a la Guardia, hacerles saber de alguna manera que debían entrar. Pero ¿para qué?, para ver tres cuerpos destrozados? tres chamanes sin vida y... un esqueleto momificado?. No, los guerreros no pueden hacer nada en estos casos, su decisión había sido acertada. Lo mejor era buscar a uno de los Grandes Magos, él sabría explicarle. Pero... ¿por qué no había sido uno de ellos el que se ocupara del ritual??.
No, no quiere pensar en estos momentos. Se pone en marcha. Sus pies no pueden tocar el suelo pero no importa. Se desliza con suavidad mientras se deja llevar por aquél fascinante mundo. Miles de criaturas le saludan, lo sienten. Una serpiente se desliza lentamente cruzando su camino. Una señal. Desvía su atención, no quiere ningún tipo de distracción, ya habrá tiempo de hacer caso de las señales. A su izquierda un pájaro trina insistentemente, más allá otro le contesta y otro más, y otro... A su derecha algo se mueve entre las ramas. Un animal ágil...o quizá...
No, no es un animal. Un momento, parecía...sí, estaba seguro. Se eleva hacia el lugar. Puede atravesar las cosas, pero su vista no alcanza a ver más allá de los objetos, a menos que haya magia. Pero no la hay. Lo que hay es movimiento. Sí, allí, de nuevo aquella silueta...la reconoce. Pero vuelve a perderla de vista, pero no es tan sencillo escapar de su mirada, en su forma actual es más veloz que cualquier cosa. Mientras acelera su velocidad llegan a él otros sonidos, y estos no son placenteros, no son de la selva...aunque los reconoce también. El sonido de una batalla, una escaramuza quizá. Ya no hay necesidad de perseguir nada, sólo dejarse guiar por el sonido de lucha.
Tras atravesar un árbol de enorme tronco se detiene. Ante él encuentra lo que está alejando la paz de la jungla. Un grupo de criaturas peludas está siendo atacada por una pequeña fuerza de guerreros de su raza, ágiles eslizones con cerbatanas y lanzas. Pero son tan pocos...y los hombres rata son tantos...
En ese momento una lluvia de proyectiles se abate sobre las ratas bípedas, pero su número apenas se ve reducido. Un grupo de aquellas criaturas se divide de la maraña de pelos, portan bolas unidas con cadenas que voltean sobre sus cabezas, un extraño humo verdoso emana de diversos agujeros de aquellas bolas... Aquello no le gustaba, pues sólo podía significar una cosa. La Enfermedad estaba de nuevo presente en la tierra de los Primeros.
Mientras una intensa furia lo invade observa como el tronco de un anciano árbol es destrozado por incesantes golpes con aquellos mayales portadores de la Enfermedad. De la copa caen varios eslizones, que al aspirar el humo tóxico se derrumban en el suelo, mientras sus cuerpos se llenan de erupciones, úlceras supurantes y sus ojos se hinchan hasta estallar en una dolorosa agonía. Eso lo enfurece aún más, mira a derecha e izquierda, necesita...no, no hay ningún chamán o mago que le sirva de contenedor; ni siquiera hay grandes guerreros. Es una simple patrulla que va a ser destruida. Y él no puede hacer nada. Incontables roedores, pequeñas alimañas malsanas, ascienden ahora a los árboles de alrededor, los restantes guerreros eslizones se encuentran materialmente cubiertos de aquella plaga maldita, recibiendo cientos de mordiscos infestados. El árbol que poco antes había atravesado, y que ahora esta a su espalda es el único al que no se dirigen las pequeñas ratas. Ellas lo sienten, bajo él cientos de ojos lo miran y chillan insistentemente. Bien, quizá pudiera hacer algo después de todo.
En el árbol hay al menos dos eslizones que han visto como caían sus camaradas, y ahora están presenciando algo extraño, las ratas no les atacan. No dudan más y dan media vuelta, internándose en la selva. Eso es, piensa, esto es lo único que puede hacer para ayudar. Estos pequeños monstruos le temen, aunque no pueden verle saben que está aquí. Debe darles tiempo a los eslizones a ir a por ayuda. Pero los Hombres Rata también se han dado cuenta de que sucede algo extraño, sus ratas no deberían estar paradas, tienen una orden que obedecer, pero no se mueven. Por eso un grupo de guerreros skavens se acerca a investigar.
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