miércoles, 28 de octubre de 2009

Caballero Púrpura (1ª parte) [Relato Warhammer Fantasy]

CABALLERO PÚRPURA (1ª parte)

Se despertó al amanecer. Estaba contento y no podía seguir durmiendo. Se sentía bien, mejor que bien, y sólo había necesitado un cambio en su vida. Se vistió sin prisas mientras pensaba lo que iba a hacer tan temprano. Pudo oir un lejano entrechocar de metal contra metal y sonrió. Su padre debía estar ejercitando su esgrima, no recordaba el tiempo que hacia que no lo veía practicar. Levantarse al alba nunca había sido una de sus pasiones, y aunque su progenitor trató de inculcarle la importancia de entrenarse en el combate, en el momento en el que tuvo edad suficiente para elegir, el respetado señor Keirtofhen tuvo que rendirse ante la evidencia de un hijo holgazán. Al menos le dio la pequeña alegría de continuar estudiando. Aunque si el viejo supiera los acuerdos que tenía con algunos de sus profesores…

Se le escapó una carcajada antes de taparse la boca con gesto divertido. Estaría bien ver la cara de su padre viéndolo aparecer con la espada preparada para practicar. Empezó a rebuscar en el arcón. En cuanto la encontró la estudió con rapidez, estaba bien cuidada, había valido la pena convencer a uno de los criados para que la mantuviera siempre en perfectas condiciones. En las ocasiones en las que debía asistir a alguna fiesta en la corte iba siempre impoluto, y, por supuesto, como buen hijo de un militar retirado, con su espada.


martes, 20 de octubre de 2009

Noche Iluminada [Relato Warhammer Fantasy]

NOCHE ILUMINADA

Proteger a aquella mujer no era lo que había esperado. Antes de aceptar el trabajo parecía todo demasiado bueno, pero le habían pasado tantas cosas malas en su vida que quizá Myrmidia había decidido recompensar su sufrimiento. Y al principio todo iba bien, el amo era un tipo de peso en la corte, un mercader metido en política que parecía nadar en monedas de oro. Apenas pudo decir palabra cuando supo la cantidad de monedas que le darían como sueldo, nunca había visto su bolsa tan llena. Con un adelanto de la primera paga se había comprado ropa nueva, limpia, sí, nadie la había usado antes; y se había hecho con un buen acero torrosano, una excelente espada que hacía buena compañía a su daga larga y su pistola de chispa.

Y así llegó el día en que conoció a su protegida, doña Juliana Gadón y Licia. Una muchacha de tez pálida, algo bajita pero muy bella, y de un temperamento terrible. No le dio tiempo ni a presentarse cuando aquella… aquella pequeña bruja comenzó a echar pestes por la boca, parecía un demonio, estaba enfadada por algo, una bagatela, pero parecía que le habían deshonrado en lo más hondo. Golpeó a su dama de compañía hasta tres veces antes de que Felipe intercediera para ayudar a aquella pobre mujer. Gran error por su parte, ya que aquella malcriada empezó a lanzarle puyas como un vulgar estibador. Le costó mucho tranquilizarla, y aún más convencerla de que lo mantuviera en el puesto… aunque ya en aquél momento se odió a sí mismo por ello.


jueves, 8 de octubre de 2009

Sangre sucia [Relato Warhammer Fantasy]

SANGRE SUCIA

- ¿Dónde está? ¿lo ves?.

- ¡Maldición! te aseguro que lo vi entrar por aquí.

Las voces se acercaban, Alonso se apretó más contra la pared. Esperaba que las sombras lo ayudaran a recuperar algo de aire. Elevó una rápida oración a Myrmidia por aquella noche tan oscura que le había ofrecido. Se palpó el costado nervioso, la herida le quemaba, pero parecía que había dejado de sangrar.

- Ese bastardo debe morir esta noche, don Ramiro lo dejó muy claro.

- El señor debería haber decidido eso hace tiempo.

Alonso apretó la mandíbula. Aquél perro de Ramiro ni siquiera tenía valor para enfrentarse a él cara a cara. A los ojos de la corte “don” Ramiro actuaba como debía, pues era un noble. ¿Y qué era él? ¿qué era Alonso Hierro?, un bastardo, y encima su madre era árabe, ¿por qué mancharse las manos con un “sucio”?. Pero Ramiro en realidad le tenía miedo, mucho más que a los “demonios peludos”. Cómo le hubiera gustado ensartar a aquella alimaña con tres palmos de su acero…

- ¡¡Allí!!, ¡vamos!.

Se apartó rápidamente de su escondite, el muro le entorpecería los movimientos. No podía huir de nuevo, le restaban pocas fuerzas y no pensaba dejar que lo mataran como a un perro. Desnudó la espada y apresó la daga con la siniestra, con un movimiento se echó la capa a la espalda, para que no estorbara. Mientras bajaba un poco la cabeza dejó que el ala del sombrero le tapara casi un palmo de la cara.