viernes, 20 de noviembre de 2015

El capitán Cooki (Cuento)

-
(El siguiente relato lo descarté para un concurso. Debía escribir un cuento infantil, para niños/as de hasta 10-12 años. Al final envié otro cuento. El concurso fue en el foro ¡Ábrete libro!).
____________________________________________________________________

EL CAPITÁN COOKI

Cooki era un pirata, de esos de pata de palo y parche en el ojo. Era capitán de un barco pequeño pero muy veloz y sus piratas eran los más dulces de todo el Océano Vainilla.

El capitán Cooki era una galleta, de esas con pedacitos de chocolate. En realidad no tenía una pata de palo, si no que una de sus piernas era más corta que la otra y para igualarlas se había atado la pata de madera de una silla. Tampoco necesitaba llevar parche en un ojo, lo que pasaba era que tenía los ojos de color distinto, uno era de color chocolate negro, que era el que le gustaba, mientras que el otro era de color chocolate blanco y prefería que nadie se lo viera, por eso se ponía un parche.

Su barco se llamaba Tacita de Gato, porque era una taza roja con el dibujo de un gato blanco, era redonda y tenía como vela una servilleta a cuadros. Y era muy rápida navegando por el mar, tanto que Cooki y sus piratas nunca llegaban tarde a donde tenían que ir.

Lo que más quería Cooki en el mundo era encontrar el Gran Tesoro de Chocolate. Ese tesoro era un pequeño lago que daba chocolate todo el tiempo y nunca se agotaba. ¡Cualquier galleta querría poder pringarse de chocolate noche y día para poder chuparse los dedos todo el rato!, o al menos ese era el sueño del capitán Cooki.

Un día, Cooki les dijo a sus galletas-piratas que ya sabía dónde estaba el Gran Tesoro, en una isla de bizcocho más allá del Océano Vainilla. Todos aplaudieron y saltaron de alegría, por fin podrían bañarse en chocolate.

Sin embargo, había un problema, otros piratas estaban también buscando el Gran Tesoro y si ellos no se daban prisa cuando llegaran ya se lo habrían quitado. Así que prepararon todo para el viaje, limpiaron bien a Tacita de Gato, llenaron los barriles de agua para cuando tuvieran sed y los sacos con cacao en polvo, la comida favorita de las galletas-pirata del capitán Cooki.

Salieron del puerto muy contentos y se deslizaron rápidamente por las olas de vainilla hasta que un día chocaron con algo y Tacita de Gato se resquebrajó perdiendo un trocito del dibujo del minino blanco que tanto les gustaba. Cooki y sus galletas-pirata descubrieron que habían chocado con una tortuga de mazapán y concha de caramelo que estaba tan enfadada que arrancó la vela a cuadros que llevaban antes de hundirse gruñendo.

Sin la vela no podían ir tan rápido y pronto todos se entristecieron mucho. Cooki no sabía qué hacer, porque estaba seguro que otros piratas llegarían antes a la isla de bizcocho y encontrarían el Gran Tesoro de Chocolate.

Todos lloraron hasta que apareció ante ellos un enorme monstruo marino. Parecía un cordón muy grande de regaliz negro con aletas rojas. ¡Un dragón marino! Cooki y sus galletas-piratas no se lo podían creer. El dragón les preguntó por qué estaban llorando y ellos se lo contaron. Después de escucharlos decidió que podía ayudarles, ya que le caían bien todas aquellas galletitas piratas y le gustaba la idea de la aventura del Gran Tesoro de Chocolate.

Lico, que así se llamaba el dragón-regaliz, empujó a Tacita de Gato hasta llegar a una islita de merengue en la que vivían dos hermanas, que eran cerezas rojas, a las que les gustaba hacer manualidades. Ellas tenían un pegamento muy bueno que podía arreglar el barco-tacita de los galletas-pirata y un gran pañuelo de rayas que podía sustituir la vela.

A Cooki le gustaron mucho las cerecitas, pues sabían cantar y eran muy simpáticas. Por eso, cuando arreglaron la tacita se puso triste y les prometió a las hermanas que cuando sus galletas-pirata y él tuvieran el Gran Tesoro de Chocolate se pasarían de nuevo a verlas y les haría un regalo.

Por fin pudieron volver a navegar muy rápido y, junto a Lico, llegaron a la isla de bizcocho donde debía estar lo que estaban buscando. El dragón les dio una sorpresa pues también podía volar, lo que les alegró mucho, ya que podría ir con ellos al interior de la isla. Así fueron todos juntos y justo en el centro encontraron el Gran Tesoro de Chocolate. Era un lago pequeño, pero estaba lleno de un chocolate muy rico y todas las galletas-pirata y el dragón-regaliz se bañaron muy felices en él. Lo celebraron chapoteando, nadando y tirándose chocolate unos a otros hasta que Cooki escuchó que alguien más venía.

Eran otros grupos piratas que acababan de llegar y pronto todos se miraron con ganas de pelea. Cooki estaba tan contento por haber llegado primero que decidió que el Gran Tesoro de Chocolate podía compartirlo con todos los demás ya que no se gastaría nunca, sus galletas-pirata estuvieron de acuerdo y bailaron felices, Lico incluso hizo unas increíbles piruetas en el aire que dejaron a todos muy sorprendidos.

Galletas-piratas, magdalenas-piratas, pastelitos-piratas y tartitas-piratas se divirtieron juntos durante todo el día. De noche, Cooki se acordó de las cerecitas y pidió al dragón-regaliz que le llevara a su isla de merengue. Ambos encontraron a las hermanas cosiendo otro pañuelo de rayas y el Capitán Cooki les contó que habían conseguido el Gran Tesoro de Chocolate y que le gustaría que ambas se fueran a vivir con él y sus galletas-pirata y así podían hacer cosas bonitas para adornar todo el lago de chocolate. Las cerezas aceptaron muy contentas y todos acabaron viviendo en la isla de bizcocho y se bañaron todos los días en riquísimo chocolate.



No hay comentarios:

Publicar un comentario