HELADO DE PISTACHO
Este verano era el más caluroso que recordaba, por supuesto a mamá no le parecía así, pero Estefanía sí que estaba de acuerdo con ella. Echaba de menos a Fani, ojalá hubiera venido, porque sabía que se iba a aburrir muchísimo. Como siempre.
Otro año más de vacaciones en aquél pueblo costero. ¿Es que no había otro lugar en el mundo?. La playa estaba muy bien, pero ya era mayor para jugar con la pala y el cubo, o para pasear y pasear simplemente. Papá le decía que aquél era el lugar perfecto para descansar, ¿pero qué tiene eso de bueno?. Lo que le gustaría era divertirse, como en casa, poder salir con sus amigas, ir a la piscina. Pasarlo bien. Pero allí sólo estaban sus padres y su hermano Manu.
- ¡Vamos Lala!
- Ya voy, no vayas rápido que te vas a cansar.
Se detuvo a limpiarse el sudor de la frente. Quizás no había sido tan buena idea ofrecerse a acompañarlo a comprar “su” helado de pistacho. Lo miró mientras seguía subiendo la calle empinada. Podía ver como la camiseta comenzaba a pegársele en su pequeña espalda por culpa del sudor. Al menos mamá lo había convencido para que se pusiera la gorra, porque el sol estaba pegando fuerte. Se volvió de pronto.
- ¡Lala no te pares!
- ¡Ya, ya!. – Echó a andar de nuevo, y aceleró el paso para tratar de alcanzarlo.
Este verano era el más caluroso que recordaba, por supuesto a mamá no le parecía así, pero Estefanía sí que estaba de acuerdo con ella. Echaba de menos a Fani, ojalá hubiera venido, porque sabía que se iba a aburrir muchísimo. Como siempre.
Otro año más de vacaciones en aquél pueblo costero. ¿Es que no había otro lugar en el mundo?. La playa estaba muy bien, pero ya era mayor para jugar con la pala y el cubo, o para pasear y pasear simplemente. Papá le decía que aquél era el lugar perfecto para descansar, ¿pero qué tiene eso de bueno?. Lo que le gustaría era divertirse, como en casa, poder salir con sus amigas, ir a la piscina. Pasarlo bien. Pero allí sólo estaban sus padres y su hermano Manu.
- ¡Vamos Lala!
- Ya voy, no vayas rápido que te vas a cansar.
Se detuvo a limpiarse el sudor de la frente. Quizás no había sido tan buena idea ofrecerse a acompañarlo a comprar “su” helado de pistacho. Lo miró mientras seguía subiendo la calle empinada. Podía ver como la camiseta comenzaba a pegársele en su pequeña espalda por culpa del sudor. Al menos mamá lo había convencido para que se pusiera la gorra, porque el sol estaba pegando fuerte. Se volvió de pronto.
- ¡Lala no te pares!
- ¡Ya, ya!. – Echó a andar de nuevo, y aceleró el paso para tratar de alcanzarlo.