-
EL ARMA
--- Cerlith Septimus, Ciudad Colmena tipo 6. Planeta Frone, Sistema Lofer. Subsector Pertus. Sector Pacillus, II Cuadrante ---
El tipo salió disparado por el pasillo en cuanto me vio. Era rápido a pesar de su estilo brusco. Ni siquiera ralentizaba el paso en los giros, sirviéndose de las paredes para tomar las "curvas" chocando con fuerza sin perder ni el equilibrio, ni aquél endiablado ritmo. Tampoco se detenía cuando alguien le salía al paso, o lo empujaba a un lado o lo arrollaba sin más. Supongo que eso le había servido para despistar a las FDP en infinidad de ocasiones, pero conmigo era diferente. A mí tampoco me importaba ni chocarme con las paredes ni, desde luego, la gente que se ponía en medio.
Tardó un poco en darse cuenta porque apenas miraba hacia atrás, parecía divertirle el ser perseguido pues no dejaba de reír y reír, quizá fuera hasta arriba de algo. Pero finalmente en una de sus miradas vio que yo iba tres o cuatro metros por detrás y su expresión cambió. Ya no se reía, desde luego que no. Rebuscó en sus bolsillos y me lanzó un objeto ovalado, lo esquivé sin problemas y casi al instante aquello estalló a mi espalda. El juego había cambiado.
Saqué la pistola láser y disparé. Siempre me he jactado de tener buena puntería pero aquel perro logró que solo le rozara la pierna, yo quería destrozarle la rodilla. Puede que le hubiera asustado lo suficiente ya que me lanzó dos granadas más. Giré a un lado y cargué hacia una puerta de metal oxidado. Llevaba puesta mi armadura antifrag ligera pero la plancha de hierro cedió como si fuera papel y la explosión posterior solo me hizo volar un par de metros en el interior de un oscuro apartamento. Una vaharada de mal olor me inundó las fosas nasales. Giré la cabeza para despejarme mientras me palpaba el cuerpo buscando alguna herida. Había tenido suerte. Luego mis ojos se cruzaron con los de una mujer cuya edad era difícil adivinar y un niño que la abrazaba aterrado sobre un sillón desvencijado y apolillado.
- ¡No! No tenemos nada. No hemos hecho nada. Por... por favor, márchese.
- Tranquila señora, siento lo de la puerta. - le dije con voz tranquila mientras me levantaba.
Salí de aquella pocilga buscando el rastro de mi presa. Me pareció divertido que aquella pobre mujer pensara que podría quitarle alguna de las cosas que tenía. ¿Quién querría algo de aquél lugar apestoso? En todos los sitios como aquél, los barrios más bajos de una ciudad colmena, lo único que uno podía encontrar era basura y más basura. Al menos no se le había insinuado ni nada, no apostaría ni sus peores botas por adivinar la edad de aquella chica, si es que lo era, demasiado delgada, sucia y ajada para su gusto.
Tropezó con la primera evidencia de la dirección que había tomado el huido bastante pronto, el muy animal debía haber sacado algún tipo de arma lacerante e iba dejando a su paso personas mutiladas o partidas en dos. Enfundó la pistola y sacó su espada de estilo nedonita relamiéndose con la diversión que le esperaba.
La persecución lo llevó al exterior, a las calles. La noche seguía siendo bastante inusual, la luz lunar daba cierta claridad fantasmal que no le disgustaba para su trabajo, pero realzaba más si cabe el deteriorado estado de los edificios, calzada y aceras. Por supuesto, hacía mucho tiempo que el mobiliario urbano había desaparecido, si es que alguna vez existió. Montañas de suciedad y detritus eran visibles en cada rincón, y el olor... se alegraba de no haber cenado todavía.
Sacó uno de sus juguetitos, un aparato de visión térmica que bien valía el desorbitado precio que había pagado por él. Lo activó y al instante en el visor aparecieron una miríada de colores del azul intenso al amarillo casi blanco. Como esperaba había "nubes" rojizas saliendo de restos en descomposición y las semiobstruidas bocas de alcantarilla. Pero lo que buscaba se veía con relativa facilidad, en la pantalla parecían pequeños charcos anaranjados brillantes, pero no era más que sangre.
Podía ser de su presa o de la gente que se había interpuesto en su camino, pero tanto daba una cosa como otra. Tan solo esperaba que los habituales asesinatos de un barrio como aquél no confundieran su pista.
Avanzó a buen paso hasta que alcanzó a ver al individuo. Cojeaba levemente. Agarraba un objeto raro en la mano derecha, un arma seguramente, su "perfil" térmico era bastante alto y su forma recordaba a un sable de energía pero no era capaz de "ver" la hoja. Estaba seguro de que debía llevar algún arma de fuego y, sin embargo, no la había sacado. Sentía curiosidad, sabía que aquel perro traficaba con material xenos y podía llevarse una desagradable sorpresa con aquella arma rara, pero estaba dispuesto a arriesgarse. Así que aumentó la velocidad mientras agarraba con más fuerza la espada y descartaba sacar la pistola.
De improviso golpeó algo con su bota izquierda, una lata o algo por el estilo. El ruido hizo que el tipo girara la cabeza y lo viera. Adiós a la sorpresa. Ambos aceleraron su carrera, pero, evidentemente, aquel idiota iba más lento que él debido a la herida, así que al llegar a una calle más estrecha se detuvo y le encaró.
- Será mejor que te vayas por dónde has venido "cortacabezas" - le soltó el hombre, no parecía nervioso.
- ¿Bromeas?, el trabajo ya está casi hecho, y dan una bonita suma por ti - no pudo evitar sonreír pensando en lo que haría con la recompensa.
Su presa era un hombre más bien flacucho, pero de buena altura, él mismo era alto, pero no tanto. Si no recordaba mal se llamaba Spitz y, además de traficante, era un asesino buscado en varios sistemas. Guardó el dispositivo de visión térmica y se fijó detalladamente en el arma de su oponente. Parecía un… alambre recto que salía de una empuñadura y cuya punta acababa en forma de “L”. Destellaba como una espada de energía, y de hecho parecía que tenía una hoja semitransparente creada por un campo estático o similar. Era rara, pero no estaba seguro de si era xenos. Lo que estaba claro, después de haber visto a las víctimas que se había cobrado en la huida, era que aquello cortaba como una hoja bien afilada y al rojo.
- Te lo advierto, te partiré en trocitos como te acerques. – aquella rata tenía una voz ronca.
- Ya, ¿por qué no dejamos la charla?
Sonrió mientras hacía un par de movimientos rápidos de calentamiento con la espada nedonita. El tipo se encogió de hombros y también mostró los dientes. Empezó a dar pasos cortos acercándose a su enemigo poco a poco, este no se movió. De acuerdo, si no quería la iniciativa peor para él. Amagó un ataque a la izquierda y se agachó en el último momento para dar un barrido dirigido a la entrepierna. Su oponente saltó hacia atrás mientras daba golpes en forma de equis en el aire con su arma, que ahora no era rígida sino una especie de látigo de energía. Notó el impacto en su espada y como saltaba un pedazo de la hoja. ¡Por la Sombra del Emperador! Dio varios pasos atrás sorprendido. Su arma nunca le había fallado, era de una aleación que era capaz de resistir los golpes de cualquier hoja de energía y, sin embargo, aquel “alambre” la había cortado limpiamente.
El asesino se empezó a reír por lo bajo, su postura era relajada y exudaba confianza. Le demostraría que no iba a ser fácil asustarle, incluso con aquel estúpido alambre endemoniado. Le encantaba usar “juguetitos” para cazar a sus presas: armas, dispositivos, etc. Pero había aprendido a no depender de ellas en situaciones como aquella. Tenía a su favor un par de cosas, una era la experiencia. Se había enfrentado con infinidad de indeseables, y no todos habían sido humanos, aunque, eso sí, todos confiaban en sí mismos. Su segundo as en la manga era más bien físico, haber sobrevivido tanto tiempo en un trabajo como el que tenía no era nada sencillo. Multitud de heridas, sustancias de todo tipo para potenciar habilidades y resistencia,… pero, sobre todo, implantes y “parches” por todas partes.
Agarró la espada con la hoja hacia abajo, como si fuera un cuchillo de combate, y tensó los músculos de las piernas, tenía un par de “amortiguadores” incrustados quirúrgicamente en ambas tibias, de una vez que un mutante se las había destrozado, y sus botas eran capaces de absorber impactos desde bastante altura. Eso se traducía en que podía moverse con rapidez sin preocuparse demasiado de desacelerar, un golpe seco en el suelo y podía detenerse en un instante, de igual modo, si se ponía un muro por medio sólo tenía que levantar una pierna y paraba en seco…
Comenzó a correr hacia el tipo zigzagueando con bruscos giros. Sus implantes hacían el resto. El asesino lo miró primero sorprendido y luego empezó a hacer girar su “látigo-alambre” en amplios círculos cada vez a mayor velocidad. No tenía intención de atravesar aquella red en movimiento pero no era necesario. Torció bruscamente a la izquierda y saltó tras un contenedor de basura.
- ¡¿Qué demonios…?! – el tal Spitz parecía nervioso tras verle hacer un salto inverosímil sobre un objeto poco más bajo que él mismo.
En cuanto se encontró del otro lado quedó en el espacio entre el contenedor y un muro. Inmediatamente, se apoyó en la pared y, levantando ambos pies, le dio una fuerte patada a la estructura metálica lanzándola contra su enemigo. Pero no se quedó quieto, pues siguió rápidamente al pesado proyectil improvisado.
El tipo debería esquivar con los ojos desorbitados el contenedor que se le venía encima, y así él lo sorprendería al atacarle desde donde menos esperaba. Pero no ocurrió así, su presa simplemente cortó por la mitad el pesado cajón de metal de arriba abajo y por poco le alcanza a él con aquel increíble alambre. Empezaba a enfadarle todo aquello. Mientras caían ambos pedazos del contenedor y él esquivaba como podía el filo volante, lanzó la espada nedonita y fintó bruscamente tirándose hacia las piernas de aquel perro.
Spitz cortó la espada como si fuera papel, pero no pudo evitar que él chocara contra sus rodillas. El crujido fue espeluznante, pero no se dejó engañar de nuevo, en cuanto cayó al suelo rodó y se levantó. El tipo se derrumbaba profiriendo alaridos pero no dejaba de mover de aquí a allá su peligrosa arma.
A lo lejos empezaron a escucharse sirenas. "Demasiado pronto", pensó. No tenía ni la más remota intención de conocer la FDP fronita, si su información era buena los arbites de cualquiera de los planetas del Sistema Lofer eran reclutas en formación de los Colmillos Loferanos, y había escuchado que no eran una GI de buena reputación precisamente.
Se acercó con cuidado a Spitz, que ahora berreaba arrastrándose por el suelo. Seguía empuñando aquella arma tan rara, que volvía a estar rígida, pero ya no parecía tan amenazador con aquellos gritos lastimeros y los ojos salpicados de lágrimas.
- Mira, podemos hacerlo de dos formas. Una: te estás quietecito y te corto la cabeza limpiamente. - dijo despacio mientras contaba con los dedos de la mano izquierda y sacaba un cuchillo de hoja ancha - O dos: te sigues moviendo y te rompo el resto de huesos que te quedan antes de llevármela.
El tipo se detuvo y lo miró con odio desde el suelo mientras seguía convulsionándose de dolor. Luego hizo algo, debió apretar algún interruptor oculto, y el "alambre-espada-látigo" se retrajo hacia la empuñadura. Asombrado dejó de acercarse y desenfundó la pistola láser. Nunca estaba de más ser precavido. Spitz lo apuntó con la empuñadura y... ¡disparó!
La sorpresa estuvo a punto de costarle caro, pudo esquivar el primer disparo por pura suerte, posiblemente aquel perro estaba cegado por el dolor o cualquier sustancia que hubiera tomado, pero empezó a disparar como loco. El segundo o tercer disparo le dio de lleno en la clavícula antes de poder tirarse a un lado rodando.
El dolor fue intenso durante unos segundos, pero no distaba mucho de un impacto láser y de esos había recibido muchos. Así que apretó los dientes y siguió esquivando mientras disparaba un par de veces con su pistola. Logró parapetarse tras una esquina y echó un rápido vistazo a la herida. Como esperaba la armadura ligera había conseguido disipar algo de la energía del proyectil antes de que le mordiera la carne. Lo que significaba que no le habría atravesado de lado a lado, simplemente le había dejado un agujero del tamaño de una nordezia. La piel alrededor estaba chamuscada pero la lesión estaba cauterizada y el dolor era soportable. Asomó la cabeza para echar una mirada a su presa. Rápidamente se volvió a esconder cuando un par de disparos acertaron muy cerca de su rostro. ¡Por la Sombra!, ¡qué juguetito más interesante! Debía reconocer que por muy jugosa que fuera la recompensa por aquel idiota el arma era mucho más tentadora. Poder contar con aquello le facilitaría mucho las cosas. Un "alambre" fácil de guardar que podía convertirse en espada o látigo y, además, ¡en una pistola! Y todo eso podía conseguirlo gratis. Sonrió y saltó fuera de su improvisada cobertura disparando una y otra vez.
Aquel perro siguió tratando de acertarle pero su situación le restaba bastante movilidad y los implantes seguían haciendo que pudiera “jugar” zigzagueando por lo que debía ser casi imposible que le apuntara. Se acercó velozmente pero se detuvo en seco en cuanto descubrió que el “alambre” volvía a desenrollarse. Disparó su pistola láser sin dudar y le impactó en el brazo armado. El tipo soltó el arma y le dirigió una mirada asesina.
- Debiste elegir la primera opción…
Antes de apretar el gatillo y volarle la cabeza a Spitz este metió con celeridad una mano en uno de sus bolsillos y le lanzó una granada. Su disparo impactó justo en la frente del desgraciado pero apenas le dio tiempo a esquivar la bomba.
La explosión lo alcanzó y lo lanzó volando unos cuantos metros. Estuvo un rato tumbado boca arriba tratando de valorar si estaba bien. Le dolían varias partes del cuerpo, se palpó y miró hacia abajo. Le faltaba una pierna. ¡Por la Sombra!, aquel estúpido asesino había logrado lo que otros más peligrosos que él no habían conseguido. Pero era culpa suya y no de su enemigo, se había dejado llevar por un objetivo que debería haber sido secundario. El arma. Aunque… ahora era suya. Se rio por lo bajo mientras buscaba su “botiquín”.
Le zumbaba la cabeza pero logró inyectarse un potente analgésico y aplicar una venda plasmática en el muñón sangrante antes de derrumbarse de nuevo. Cerró los ojos mientras pensaba en cómo salir de allí. Tenía que darse prisa, pronto aparecerían los carroñeros o peor aún podrían aparecer…
- No se mueva ciudadano.
¡Mierda! Abrió los ojos y vio un par de figuras, vestidas de un amarillo deslucido y armaduras de caparazón moradas, apuntándole con escopetas y acercándose a él lentamente. Se incorporó un poco para ver qué pasaba con su presa. Otros dos arbites se inclinaban sobre el cadáver.
- ¡Quieto!, ciudadano no se mueva o tomaremos medidas represivas.
- Vale, vale, lo siento. – Dijo y volvió a dejar caer la cabeza - ¿puedo explicarme?
- No, le informo que va a ser detenido para llevarlo ante la Corte.
- ¿Con qué cargos?
- No está autorizado a hablar – rugió una segunda voz.
Al instante, lo que debía ser la culata de una escopeta se estrelló en su sien derecha y perdió el conocimiento.
* * *
Despertó sobre una plancha de metal. No podía moverse, pues estaba firmemente sujeto por correas y cadenas. Miró a todos lados tratando de hacerse una idea de dónde estaba. Parecía una sala de hospital, había aparatos e instrumental médico y estaba muy iluminada. Sin embargo, las paredes eran del gris granulado del rococemento y el olor habitual de cualquier zona médica no era tan fuerte como recordaba, parecía mezclado con el dulzón de la sangre. Descubrió a dos individuos observándole, uno tenía bata blanca y una mascarilla sobre la nariz y la boca, el otro parecía un militar, con un traje impoluto del mismo color amarillo desgastado que había visto en los arbites.
- Ha despertado – el de la bata lo dijo con tono bajo y suave.
- Ya era hora. Ciudadano, debe responder a mis preguntas. – el militar parecía irritado.
- Me llamo…
- No me interesa su nombre. Ya sé qué es: un cazarrecompensas – le gritaba masticando las palabras – un maldito “cortacabezas”. ¿Qué hacía en Frone?
- Perseguía a un hombre.
- Debió ponerse en contacto con la FDP. No nos gustan los de su clase, aquí sólo nosotros podemos dar caza a los malhechores.
- Según la Ley Imperial de…
- ¡No! No se atreva a hablar de leyes conmigo. En el Sistema Lofer la ley somos los Colmillos Loferanos.
- Nadie está por encima de la Ley del Emperador.
Tras decir aquellas palabras se arrepintió, el oficial lo miró con los ojos inyectados en sangre y le hizo una seña al médico. Este se acercó a una de las mesas con instrumental y cogió una jeringuilla. No le gustó el color parduzco del líquido que contenía.
- Un cazarrecompensas se atreve a hablarme a mí, ¡a mí! del Sagrado Emperador.
El doctor le inyectó aquella sustancia en el brazo izquierdo. Una oleada de dolor le paralizó el miembro. El oficial apartó a un lado al de la bata y se inclinó sobre su rostro.
- ¿Sabe qué creo? Creo que usted no venía tras ese… Spitz o cómo se llame. Lo que quería era aquella cosa herética.
- ¿Qué… qué cosa? – logró articular mientras se aguantaba el dolor.
- ¡Cállese! – Rugió el militar echando salivazos por la boca - ¿Cree que no lo sé? ¡El arma!
Era eso. ¡Por la Sombra! Se había metido en un lío, y sin darse cuenta, tenía que… tenía que pensar algo. Pero sus sentidos estaban embotados, notaba la lengua como una suela de goma que iba creciendo en su boca, y el dolor estaba expandiéndose desde la parte izquierda hacia el resto del cuerpo.
- No me gustan los “cazadores de trofeos”. Aquellos que buscan objetos peligrosos y heréticos a lo largo y ancho del universo. Usted es uno de ellos, hemos visto su “equipo”.
- Pe… pero no hay… no tengo nada herético en mi…
El militar lo golpeó en pleno rostro con su puño enguantado. Le hizo otro gesto al médico y este volvió a buscar una nueva jeringuilla. No, no, no, otra vez no. El pinchazo ni siquiera lo notó, pero el dolor… esta vez empezó a expandirse desde su muslo izquierdo, o quizá fuera la cadera.
- El equipo que llevaba era de manufactura imperial pero su uso está restringido. Y lo sabe, estoy seguro de ello. Bien, ¿hábleme del arma herética?, ¿cómo se usa?
- No… no lo sé. No la había visto… nunca.
- ¿Pretende hacerme creer que ha venido equipado con lo mejor de lo mejor a cazar a un simple asesino de tres al cuarto?
- Es… era un asesino muy peligroso, estaba… estaba buscado en muchos…
- ¿Peligroso?, ha podido con él usted solito ¿no?
- Trabajo… trabajo mejor solo.
- Claro, y así no tiene que repartir con nadie.
- Sí.
- Y las cosas que se encuentra se las queda, ¿a quién le va a importar?
- Sí… digo no, ¡no!
- Sólo los suyos deben saber lo que hace. Así que le queda una oportunidad, sus amigos intercederán por usted.
- Sí… yo… déjenme hacer unas llamadas.
- No puedo hacer eso, seguro que ya deben estar de camino, al ver que no regresa…
- No, no, nadie… nadie sabe que estoy aquí.
- ¿No?, interesante…
El oficial hizo otro gesto con la mano. Esta vez el doctor estaba ya preparado con la jeringa en la mano. Más dolor. Ahora era insoportable.
- Digamos que no buscaba el arma, digamos que simplemente alguien lo ha engañado para perseguir a un don nadie. Quizá en realidad haya sido cosa de los Poderes Ruinosos. ¿Usted qué piensa doctor?
- Algunas sustancias ilegales podrían hacer que la mente de un hombre fuera más sensible a la influencia del Caos.
- ¿Verdad?, tendremos que hacer algo para solucionarlo. Además, ahora se puede decir, sin ningún tipo de duda, que posee conocimientos heréticos. ¿Qué le parece cortacabezas?
¿Qué? No. ¿Qué conocimientos? Un momento, no puede hablar. Por mucho que trata de abrir la boca sus músculos faciales no le responden. Y el dolor sigue siendo intenso…
- Capitán, no le puede contestar.
- ¿Qué? ¿Cuánto le ha puesto?
- La tercera dosis lo ha paralizado. Ya le dije que no estaba seguro de la cantidad que podía suministrarle.
- No me venga con esas, doctor. Usted mismo me ha dicho que su cuerpo está bastante alterado con implantes y sustancias extrañas.
- Sí, pero sigue siendo un ser humano – dijo el médico mientras se acercaba y le examinaba los ojos con una pequeña linterna – es resistente, su cuerpo sigue respondiendo, pero no sé si ocurre igual con su mente.
- Así no me sirve, ¿cuánto duran los efectos? Esto ha acabado demasiado pronto.
- No puedo darle una respuesta.
- Está bien, avíseme cuando haya acabado. – dijo antes de abandonar la sala dando un portazo.
El dolor no parecía remitir. Su mente era un torbellino de ideas y recuerdos que era incapaz de ordenar. Creyó percibir el característico sonido de una sierra quirúrgica a lo lejos.
* * *
El oficial militar caminó por el pasillo hasta encontrarse con la figura oscura que lo esperaba. Saludó con una inclinación de cabeza mientras sus ojos no pudieron evitar quedar atrapado por la visión dorada de la roseta inquisitorial.
- ¿Qué sabe el sujeto?
- Nada, inquisidor, probablemente ni siquiera supiera la existencia del arma antes de encontrarse con el hereje.
- No creo en las probabilidades, debería haberme dejado a mí el interrogatorio. Pero ya no importa. ¿Verdad capitán?
- No, no importa. Ahora mismo ya debe estar casi lobotomizado.
Ambos permanecieron en silencio un tiempo.
- Inquisidor, puedo preguntarle qué será del arma.
- No, no puede. ¿Cuándo tendré mi nuevo servidor?
- Le avisaré. – dijo el militar fríamente mientras echaba un rápido vistazo al maletín de metal negro que agarraba su interlocutor.
El inquisidor asintió y se marchó.
--- Cerlith Septimus, Ciudad Colmena tipo 6. Planeta Frone, Sistema Lofer. Subsector Pertus. Sector Pacillus, II Cuadrante ---
El tipo salió disparado por el pasillo en cuanto me vio. Era rápido a pesar de su estilo brusco. Ni siquiera ralentizaba el paso en los giros, sirviéndose de las paredes para tomar las "curvas" chocando con fuerza sin perder ni el equilibrio, ni aquél endiablado ritmo. Tampoco se detenía cuando alguien le salía al paso, o lo empujaba a un lado o lo arrollaba sin más. Supongo que eso le había servido para despistar a las FDP en infinidad de ocasiones, pero conmigo era diferente. A mí tampoco me importaba ni chocarme con las paredes ni, desde luego, la gente que se ponía en medio.
Tardó un poco en darse cuenta porque apenas miraba hacia atrás, parecía divertirle el ser perseguido pues no dejaba de reír y reír, quizá fuera hasta arriba de algo. Pero finalmente en una de sus miradas vio que yo iba tres o cuatro metros por detrás y su expresión cambió. Ya no se reía, desde luego que no. Rebuscó en sus bolsillos y me lanzó un objeto ovalado, lo esquivé sin problemas y casi al instante aquello estalló a mi espalda. El juego había cambiado.
Saqué la pistola láser y disparé. Siempre me he jactado de tener buena puntería pero aquel perro logró que solo le rozara la pierna, yo quería destrozarle la rodilla. Puede que le hubiera asustado lo suficiente ya que me lanzó dos granadas más. Giré a un lado y cargué hacia una puerta de metal oxidado. Llevaba puesta mi armadura antifrag ligera pero la plancha de hierro cedió como si fuera papel y la explosión posterior solo me hizo volar un par de metros en el interior de un oscuro apartamento. Una vaharada de mal olor me inundó las fosas nasales. Giré la cabeza para despejarme mientras me palpaba el cuerpo buscando alguna herida. Había tenido suerte. Luego mis ojos se cruzaron con los de una mujer cuya edad era difícil adivinar y un niño que la abrazaba aterrado sobre un sillón desvencijado y apolillado.
- ¡No! No tenemos nada. No hemos hecho nada. Por... por favor, márchese.
- Tranquila señora, siento lo de la puerta. - le dije con voz tranquila mientras me levantaba.
Salí de aquella pocilga buscando el rastro de mi presa. Me pareció divertido que aquella pobre mujer pensara que podría quitarle alguna de las cosas que tenía. ¿Quién querría algo de aquél lugar apestoso? En todos los sitios como aquél, los barrios más bajos de una ciudad colmena, lo único que uno podía encontrar era basura y más basura. Al menos no se le había insinuado ni nada, no apostaría ni sus peores botas por adivinar la edad de aquella chica, si es que lo era, demasiado delgada, sucia y ajada para su gusto.
Tropezó con la primera evidencia de la dirección que había tomado el huido bastante pronto, el muy animal debía haber sacado algún tipo de arma lacerante e iba dejando a su paso personas mutiladas o partidas en dos. Enfundó la pistola y sacó su espada de estilo nedonita relamiéndose con la diversión que le esperaba.
La persecución lo llevó al exterior, a las calles. La noche seguía siendo bastante inusual, la luz lunar daba cierta claridad fantasmal que no le disgustaba para su trabajo, pero realzaba más si cabe el deteriorado estado de los edificios, calzada y aceras. Por supuesto, hacía mucho tiempo que el mobiliario urbano había desaparecido, si es que alguna vez existió. Montañas de suciedad y detritus eran visibles en cada rincón, y el olor... se alegraba de no haber cenado todavía.
Sacó uno de sus juguetitos, un aparato de visión térmica que bien valía el desorbitado precio que había pagado por él. Lo activó y al instante en el visor aparecieron una miríada de colores del azul intenso al amarillo casi blanco. Como esperaba había "nubes" rojizas saliendo de restos en descomposición y las semiobstruidas bocas de alcantarilla. Pero lo que buscaba se veía con relativa facilidad, en la pantalla parecían pequeños charcos anaranjados brillantes, pero no era más que sangre.
Podía ser de su presa o de la gente que se había interpuesto en su camino, pero tanto daba una cosa como otra. Tan solo esperaba que los habituales asesinatos de un barrio como aquél no confundieran su pista.
Avanzó a buen paso hasta que alcanzó a ver al individuo. Cojeaba levemente. Agarraba un objeto raro en la mano derecha, un arma seguramente, su "perfil" térmico era bastante alto y su forma recordaba a un sable de energía pero no era capaz de "ver" la hoja. Estaba seguro de que debía llevar algún arma de fuego y, sin embargo, no la había sacado. Sentía curiosidad, sabía que aquel perro traficaba con material xenos y podía llevarse una desagradable sorpresa con aquella arma rara, pero estaba dispuesto a arriesgarse. Así que aumentó la velocidad mientras agarraba con más fuerza la espada y descartaba sacar la pistola.
De improviso golpeó algo con su bota izquierda, una lata o algo por el estilo. El ruido hizo que el tipo girara la cabeza y lo viera. Adiós a la sorpresa. Ambos aceleraron su carrera, pero, evidentemente, aquel idiota iba más lento que él debido a la herida, así que al llegar a una calle más estrecha se detuvo y le encaró.
- Será mejor que te vayas por dónde has venido "cortacabezas" - le soltó el hombre, no parecía nervioso.
- ¿Bromeas?, el trabajo ya está casi hecho, y dan una bonita suma por ti - no pudo evitar sonreír pensando en lo que haría con la recompensa.
Su presa era un hombre más bien flacucho, pero de buena altura, él mismo era alto, pero no tanto. Si no recordaba mal se llamaba Spitz y, además de traficante, era un asesino buscado en varios sistemas. Guardó el dispositivo de visión térmica y se fijó detalladamente en el arma de su oponente. Parecía un… alambre recto que salía de una empuñadura y cuya punta acababa en forma de “L”. Destellaba como una espada de energía, y de hecho parecía que tenía una hoja semitransparente creada por un campo estático o similar. Era rara, pero no estaba seguro de si era xenos. Lo que estaba claro, después de haber visto a las víctimas que se había cobrado en la huida, era que aquello cortaba como una hoja bien afilada y al rojo.
- Te lo advierto, te partiré en trocitos como te acerques. – aquella rata tenía una voz ronca.
- Ya, ¿por qué no dejamos la charla?
Sonrió mientras hacía un par de movimientos rápidos de calentamiento con la espada nedonita. El tipo se encogió de hombros y también mostró los dientes. Empezó a dar pasos cortos acercándose a su enemigo poco a poco, este no se movió. De acuerdo, si no quería la iniciativa peor para él. Amagó un ataque a la izquierda y se agachó en el último momento para dar un barrido dirigido a la entrepierna. Su oponente saltó hacia atrás mientras daba golpes en forma de equis en el aire con su arma, que ahora no era rígida sino una especie de látigo de energía. Notó el impacto en su espada y como saltaba un pedazo de la hoja. ¡Por la Sombra del Emperador! Dio varios pasos atrás sorprendido. Su arma nunca le había fallado, era de una aleación que era capaz de resistir los golpes de cualquier hoja de energía y, sin embargo, aquel “alambre” la había cortado limpiamente.
El asesino se empezó a reír por lo bajo, su postura era relajada y exudaba confianza. Le demostraría que no iba a ser fácil asustarle, incluso con aquel estúpido alambre endemoniado. Le encantaba usar “juguetitos” para cazar a sus presas: armas, dispositivos, etc. Pero había aprendido a no depender de ellas en situaciones como aquella. Tenía a su favor un par de cosas, una era la experiencia. Se había enfrentado con infinidad de indeseables, y no todos habían sido humanos, aunque, eso sí, todos confiaban en sí mismos. Su segundo as en la manga era más bien físico, haber sobrevivido tanto tiempo en un trabajo como el que tenía no era nada sencillo. Multitud de heridas, sustancias de todo tipo para potenciar habilidades y resistencia,… pero, sobre todo, implantes y “parches” por todas partes.
Agarró la espada con la hoja hacia abajo, como si fuera un cuchillo de combate, y tensó los músculos de las piernas, tenía un par de “amortiguadores” incrustados quirúrgicamente en ambas tibias, de una vez que un mutante se las había destrozado, y sus botas eran capaces de absorber impactos desde bastante altura. Eso se traducía en que podía moverse con rapidez sin preocuparse demasiado de desacelerar, un golpe seco en el suelo y podía detenerse en un instante, de igual modo, si se ponía un muro por medio sólo tenía que levantar una pierna y paraba en seco…
Comenzó a correr hacia el tipo zigzagueando con bruscos giros. Sus implantes hacían el resto. El asesino lo miró primero sorprendido y luego empezó a hacer girar su “látigo-alambre” en amplios círculos cada vez a mayor velocidad. No tenía intención de atravesar aquella red en movimiento pero no era necesario. Torció bruscamente a la izquierda y saltó tras un contenedor de basura.
- ¡¿Qué demonios…?! – el tal Spitz parecía nervioso tras verle hacer un salto inverosímil sobre un objeto poco más bajo que él mismo.
En cuanto se encontró del otro lado quedó en el espacio entre el contenedor y un muro. Inmediatamente, se apoyó en la pared y, levantando ambos pies, le dio una fuerte patada a la estructura metálica lanzándola contra su enemigo. Pero no se quedó quieto, pues siguió rápidamente al pesado proyectil improvisado.
El tipo debería esquivar con los ojos desorbitados el contenedor que se le venía encima, y así él lo sorprendería al atacarle desde donde menos esperaba. Pero no ocurrió así, su presa simplemente cortó por la mitad el pesado cajón de metal de arriba abajo y por poco le alcanza a él con aquel increíble alambre. Empezaba a enfadarle todo aquello. Mientras caían ambos pedazos del contenedor y él esquivaba como podía el filo volante, lanzó la espada nedonita y fintó bruscamente tirándose hacia las piernas de aquel perro.
Spitz cortó la espada como si fuera papel, pero no pudo evitar que él chocara contra sus rodillas. El crujido fue espeluznante, pero no se dejó engañar de nuevo, en cuanto cayó al suelo rodó y se levantó. El tipo se derrumbaba profiriendo alaridos pero no dejaba de mover de aquí a allá su peligrosa arma.
A lo lejos empezaron a escucharse sirenas. "Demasiado pronto", pensó. No tenía ni la más remota intención de conocer la FDP fronita, si su información era buena los arbites de cualquiera de los planetas del Sistema Lofer eran reclutas en formación de los Colmillos Loferanos, y había escuchado que no eran una GI de buena reputación precisamente.
Se acercó con cuidado a Spitz, que ahora berreaba arrastrándose por el suelo. Seguía empuñando aquella arma tan rara, que volvía a estar rígida, pero ya no parecía tan amenazador con aquellos gritos lastimeros y los ojos salpicados de lágrimas.
- Mira, podemos hacerlo de dos formas. Una: te estás quietecito y te corto la cabeza limpiamente. - dijo despacio mientras contaba con los dedos de la mano izquierda y sacaba un cuchillo de hoja ancha - O dos: te sigues moviendo y te rompo el resto de huesos que te quedan antes de llevármela.
El tipo se detuvo y lo miró con odio desde el suelo mientras seguía convulsionándose de dolor. Luego hizo algo, debió apretar algún interruptor oculto, y el "alambre-espada-látigo" se retrajo hacia la empuñadura. Asombrado dejó de acercarse y desenfundó la pistola láser. Nunca estaba de más ser precavido. Spitz lo apuntó con la empuñadura y... ¡disparó!
La sorpresa estuvo a punto de costarle caro, pudo esquivar el primer disparo por pura suerte, posiblemente aquel perro estaba cegado por el dolor o cualquier sustancia que hubiera tomado, pero empezó a disparar como loco. El segundo o tercer disparo le dio de lleno en la clavícula antes de poder tirarse a un lado rodando.
El dolor fue intenso durante unos segundos, pero no distaba mucho de un impacto láser y de esos había recibido muchos. Así que apretó los dientes y siguió esquivando mientras disparaba un par de veces con su pistola. Logró parapetarse tras una esquina y echó un rápido vistazo a la herida. Como esperaba la armadura ligera había conseguido disipar algo de la energía del proyectil antes de que le mordiera la carne. Lo que significaba que no le habría atravesado de lado a lado, simplemente le había dejado un agujero del tamaño de una nordezia. La piel alrededor estaba chamuscada pero la lesión estaba cauterizada y el dolor era soportable. Asomó la cabeza para echar una mirada a su presa. Rápidamente se volvió a esconder cuando un par de disparos acertaron muy cerca de su rostro. ¡Por la Sombra!, ¡qué juguetito más interesante! Debía reconocer que por muy jugosa que fuera la recompensa por aquel idiota el arma era mucho más tentadora. Poder contar con aquello le facilitaría mucho las cosas. Un "alambre" fácil de guardar que podía convertirse en espada o látigo y, además, ¡en una pistola! Y todo eso podía conseguirlo gratis. Sonrió y saltó fuera de su improvisada cobertura disparando una y otra vez.
Aquel perro siguió tratando de acertarle pero su situación le restaba bastante movilidad y los implantes seguían haciendo que pudiera “jugar” zigzagueando por lo que debía ser casi imposible que le apuntara. Se acercó velozmente pero se detuvo en seco en cuanto descubrió que el “alambre” volvía a desenrollarse. Disparó su pistola láser sin dudar y le impactó en el brazo armado. El tipo soltó el arma y le dirigió una mirada asesina.
- Debiste elegir la primera opción…
Antes de apretar el gatillo y volarle la cabeza a Spitz este metió con celeridad una mano en uno de sus bolsillos y le lanzó una granada. Su disparo impactó justo en la frente del desgraciado pero apenas le dio tiempo a esquivar la bomba.
La explosión lo alcanzó y lo lanzó volando unos cuantos metros. Estuvo un rato tumbado boca arriba tratando de valorar si estaba bien. Le dolían varias partes del cuerpo, se palpó y miró hacia abajo. Le faltaba una pierna. ¡Por la Sombra!, aquel estúpido asesino había logrado lo que otros más peligrosos que él no habían conseguido. Pero era culpa suya y no de su enemigo, se había dejado llevar por un objetivo que debería haber sido secundario. El arma. Aunque… ahora era suya. Se rio por lo bajo mientras buscaba su “botiquín”.
Le zumbaba la cabeza pero logró inyectarse un potente analgésico y aplicar una venda plasmática en el muñón sangrante antes de derrumbarse de nuevo. Cerró los ojos mientras pensaba en cómo salir de allí. Tenía que darse prisa, pronto aparecerían los carroñeros o peor aún podrían aparecer…
- No se mueva ciudadano.
¡Mierda! Abrió los ojos y vio un par de figuras, vestidas de un amarillo deslucido y armaduras de caparazón moradas, apuntándole con escopetas y acercándose a él lentamente. Se incorporó un poco para ver qué pasaba con su presa. Otros dos arbites se inclinaban sobre el cadáver.
- ¡Quieto!, ciudadano no se mueva o tomaremos medidas represivas.
- Vale, vale, lo siento. – Dijo y volvió a dejar caer la cabeza - ¿puedo explicarme?
- No, le informo que va a ser detenido para llevarlo ante la Corte.
- ¿Con qué cargos?
- No está autorizado a hablar – rugió una segunda voz.
Al instante, lo que debía ser la culata de una escopeta se estrelló en su sien derecha y perdió el conocimiento.
* * *
Despertó sobre una plancha de metal. No podía moverse, pues estaba firmemente sujeto por correas y cadenas. Miró a todos lados tratando de hacerse una idea de dónde estaba. Parecía una sala de hospital, había aparatos e instrumental médico y estaba muy iluminada. Sin embargo, las paredes eran del gris granulado del rococemento y el olor habitual de cualquier zona médica no era tan fuerte como recordaba, parecía mezclado con el dulzón de la sangre. Descubrió a dos individuos observándole, uno tenía bata blanca y una mascarilla sobre la nariz y la boca, el otro parecía un militar, con un traje impoluto del mismo color amarillo desgastado que había visto en los arbites.
- Ha despertado – el de la bata lo dijo con tono bajo y suave.
- Ya era hora. Ciudadano, debe responder a mis preguntas. – el militar parecía irritado.
- Me llamo…
- No me interesa su nombre. Ya sé qué es: un cazarrecompensas – le gritaba masticando las palabras – un maldito “cortacabezas”. ¿Qué hacía en Frone?
- Perseguía a un hombre.
- Debió ponerse en contacto con la FDP. No nos gustan los de su clase, aquí sólo nosotros podemos dar caza a los malhechores.
- Según la Ley Imperial de…
- ¡No! No se atreva a hablar de leyes conmigo. En el Sistema Lofer la ley somos los Colmillos Loferanos.
- Nadie está por encima de la Ley del Emperador.
Tras decir aquellas palabras se arrepintió, el oficial lo miró con los ojos inyectados en sangre y le hizo una seña al médico. Este se acercó a una de las mesas con instrumental y cogió una jeringuilla. No le gustó el color parduzco del líquido que contenía.
- Un cazarrecompensas se atreve a hablarme a mí, ¡a mí! del Sagrado Emperador.
El doctor le inyectó aquella sustancia en el brazo izquierdo. Una oleada de dolor le paralizó el miembro. El oficial apartó a un lado al de la bata y se inclinó sobre su rostro.
- ¿Sabe qué creo? Creo que usted no venía tras ese… Spitz o cómo se llame. Lo que quería era aquella cosa herética.
- ¿Qué… qué cosa? – logró articular mientras se aguantaba el dolor.
- ¡Cállese! – Rugió el militar echando salivazos por la boca - ¿Cree que no lo sé? ¡El arma!
Era eso. ¡Por la Sombra! Se había metido en un lío, y sin darse cuenta, tenía que… tenía que pensar algo. Pero sus sentidos estaban embotados, notaba la lengua como una suela de goma que iba creciendo en su boca, y el dolor estaba expandiéndose desde la parte izquierda hacia el resto del cuerpo.
- No me gustan los “cazadores de trofeos”. Aquellos que buscan objetos peligrosos y heréticos a lo largo y ancho del universo. Usted es uno de ellos, hemos visto su “equipo”.
- Pe… pero no hay… no tengo nada herético en mi…
El militar lo golpeó en pleno rostro con su puño enguantado. Le hizo otro gesto al médico y este volvió a buscar una nueva jeringuilla. No, no, no, otra vez no. El pinchazo ni siquiera lo notó, pero el dolor… esta vez empezó a expandirse desde su muslo izquierdo, o quizá fuera la cadera.
- El equipo que llevaba era de manufactura imperial pero su uso está restringido. Y lo sabe, estoy seguro de ello. Bien, ¿hábleme del arma herética?, ¿cómo se usa?
- No… no lo sé. No la había visto… nunca.
- ¿Pretende hacerme creer que ha venido equipado con lo mejor de lo mejor a cazar a un simple asesino de tres al cuarto?
- Es… era un asesino muy peligroso, estaba… estaba buscado en muchos…
- ¿Peligroso?, ha podido con él usted solito ¿no?
- Trabajo… trabajo mejor solo.
- Claro, y así no tiene que repartir con nadie.
- Sí.
- Y las cosas que se encuentra se las queda, ¿a quién le va a importar?
- Sí… digo no, ¡no!
- Sólo los suyos deben saber lo que hace. Así que le queda una oportunidad, sus amigos intercederán por usted.
- Sí… yo… déjenme hacer unas llamadas.
- No puedo hacer eso, seguro que ya deben estar de camino, al ver que no regresa…
- No, no, nadie… nadie sabe que estoy aquí.
- ¿No?, interesante…
El oficial hizo otro gesto con la mano. Esta vez el doctor estaba ya preparado con la jeringa en la mano. Más dolor. Ahora era insoportable.
- Digamos que no buscaba el arma, digamos que simplemente alguien lo ha engañado para perseguir a un don nadie. Quizá en realidad haya sido cosa de los Poderes Ruinosos. ¿Usted qué piensa doctor?
- Algunas sustancias ilegales podrían hacer que la mente de un hombre fuera más sensible a la influencia del Caos.
- ¿Verdad?, tendremos que hacer algo para solucionarlo. Además, ahora se puede decir, sin ningún tipo de duda, que posee conocimientos heréticos. ¿Qué le parece cortacabezas?
¿Qué? No. ¿Qué conocimientos? Un momento, no puede hablar. Por mucho que trata de abrir la boca sus músculos faciales no le responden. Y el dolor sigue siendo intenso…
- Capitán, no le puede contestar.
- ¿Qué? ¿Cuánto le ha puesto?
- La tercera dosis lo ha paralizado. Ya le dije que no estaba seguro de la cantidad que podía suministrarle.
- No me venga con esas, doctor. Usted mismo me ha dicho que su cuerpo está bastante alterado con implantes y sustancias extrañas.
- Sí, pero sigue siendo un ser humano – dijo el médico mientras se acercaba y le examinaba los ojos con una pequeña linterna – es resistente, su cuerpo sigue respondiendo, pero no sé si ocurre igual con su mente.
- Así no me sirve, ¿cuánto duran los efectos? Esto ha acabado demasiado pronto.
- No puedo darle una respuesta.
- Está bien, avíseme cuando haya acabado. – dijo antes de abandonar la sala dando un portazo.
El dolor no parecía remitir. Su mente era un torbellino de ideas y recuerdos que era incapaz de ordenar. Creyó percibir el característico sonido de una sierra quirúrgica a lo lejos.
* * *
El oficial militar caminó por el pasillo hasta encontrarse con la figura oscura que lo esperaba. Saludó con una inclinación de cabeza mientras sus ojos no pudieron evitar quedar atrapado por la visión dorada de la roseta inquisitorial.
- ¿Qué sabe el sujeto?
- Nada, inquisidor, probablemente ni siquiera supiera la existencia del arma antes de encontrarse con el hereje.
- No creo en las probabilidades, debería haberme dejado a mí el interrogatorio. Pero ya no importa. ¿Verdad capitán?
- No, no importa. Ahora mismo ya debe estar casi lobotomizado.
Ambos permanecieron en silencio un tiempo.
- Inquisidor, puedo preguntarle qué será del arma.
- No, no puede. ¿Cuándo tendré mi nuevo servidor?
- Le avisaré. – dijo el militar fríamente mientras echaba un rápido vistazo al maletín de metal negro que agarraba su interlocutor.
El inquisidor asintió y se marchó.
_______________________________-----_________________________________-----_____________
Notas:
- Arbites: son las fuerzas policiales humanas en Warhammer 40000. Conforman las FDP, es decir, suelen ser policías cuya jurisdicción es a nivel planetario
- Armadura antifrag: es más parecido a una armadura de bajo grosor, al estilo quizá de los antidisturbios. Puede llevar placas rígidas pero de material ligero, lo que sí debe llevar es algo similar al kevlar o tejido antibalas.
- Armadura de caparazón: es una armadura de estilo militar, formada por material duro y resistente, puede que lleve metal, kevlar, placas de cerámica... Visualmente su aspecto es de metal pulido.
- Caos: es el Mal en Warhammer 40000. Hay cuatro grandes Dioses del Caos, cada uno representaría un aspecto del Mal. Pueden no sólo influir en el plano inmaterial sino en el material, es decir, por poner un ejemplo; pueden "dotar" de algún poder a sus seguidores, o alterarlos con alguna mutación, etc.
- Ciudad colmena: es una ciudad densamente poblada, donde cada espacio está habitado, y los edificios de viviendas lo ocupan casi todo, normalmente son enormes y altísimas edificaciones. La población vive hacinada y sus condiciones de vida no son muy buenas, sólo un porcentaje bastante bajo vive bien (los poderosos).
- Colmillos Loferanos: son la Guardia Imperial del Sistema Lofer, es decir, el ejército o los militares de dicho sistema planetario.
- Cuadrante: en este caso señala una zona galáctica, concretamente en la que se enclava el Subsector Pertus en el interior del Sector Pacillus.
- Emperador: en el Imperio de la Humanidad de Warhammer 40000 actualmente el Emperador se preserva en éxtasis pues fue gravemente herido mucho tiempo atrás, digamos que está en un coma indefinido. Pero el Emperador es un ser superior, con poderes, etc, y su existencia es necesaria pues gracias a él el hombre puede seguir "navegando" las estrellas con cierta seguridad (no me voy a para aquí a explicar, lo siento). El caso es que aunque él nunca quiso que el hombre volviera a caer en la religión (trató de que imperara la ciencia y el hombre no volviera a creer en supersticiones, pero...) cuando cayó en coma nació un culto religioso hacia su persona, que ha acabado siendo muy poderoso y que impregna hoy por hoy a todo el Imperio. Para los hombres y mujeres imperiales el Emperador es un dios, y lo reverencian religiosamente por ello. Irónico, sí.
- Espada nedonita: el Sistema Nédoni es un sistema planetarios creado por mí. En este caso este tipo de espada sería similar a una cimitarra aunque su forma estaría algo alterada (la tengo en la mente, no quiero extenderme explicando) y el metal usado en su hoja sería una aleación de metales muy duros no existentes en la Tierra.
- FDP: son siglas que significan Fuerza de Defensa Planetaria, serían una fuerza policial a nivel planetario.
- Frone; es un planeta galáctico del Sistema Lofer de creación propia.
- GI: son las siglas de Guardia Imperial. La GI es la fuerza militar básica del Imperio del Hombre, formada por soldados humanos. Hay una enorme cantidad de GI, cada una es un ejército completo formado por hombres y mujeres (y su material de apoyo, vehículos, armamento, naves, etc) de un lugar determinado, quizá un único planeta o todo un sistema planetario.
- Nordezia: me lo he inventado, sería un fruto similar a una ciruela.
- Poderes Ruinosos: son el Mal en Warhammer 40000. Sería el Caos.
- Rococemento: sería cemento mezclado con rocas (ejem...), su dureza y durabilidad serían muy superiores al cemento actual.
- Roseta inquisitorial: es el símbolo de los inquisidores imperiales. Sería un objeto, como un colgante o, más comúnmente, un "prendedor" (si queréis llamarlo pin..., jajaja) con el símbolo de una "i" latina en cuyo centro habría una calavera rodeada de un detalle o relieve circular (de ahí roseta quizás) del que parten a cada lado tres líneas horizontales paralelas. Es un símbolo muy poderoso en el Imperio, cualquier individuo que lo enseñe (a veces los inquisidores lo esconden para poder trabajar "de incognito") tiene, nominalmente, todo el poder imperial a su disposición, pudiendo hacer uso de ejércitos, naves, etc, y tomar decisiones "legales y jurídicas" que pueden llegar a ser el exterminar por completo un planeta (destruirlo con su población incluida). Así que cuando un hombre o mujer imperial ven dicho símbolo lo normal es que se pongan muy nerviosos; al fin y al cabo sería como la inquisición medieval, sólo que con mucho más poder y unas formas más duras o crueles.
- Sector Pacillus: es un sector galáctico dividido en subsectores galácticos, los cuales englobarían cierta cantidad de sistemas planetarios. El Sector Pacillus es de creación propia, así como los subsectores, sistemas planetarios, planetas y ejércitos que están "en su interior"; es un proyecto de creación de trasfondo que aún continúo ampliando. Podéis acceder a todo ello desde aquí.
- Servidor: en este caso se refiere a algo muy habitual en el Imperio del Hombre de Warhammer 40000. Un servidor sería un hombre o mujer que realiza una función pero como si fuera un autómata, pues suelen lavárseles el cerebro, alterárseles el cuerpo con implantes mecánicos, o añadírseles miembros de más... etc. Sería como robotizar a una persona para convertirlo en el servidor perfecto, no tendrían capacidad de decisión o razonamiento, aunque pueden tener cierto grado de condicionamiento mental para realizar tareas determinadas, por ejemplo se les puede "enseñar" para que sean buenos mecánicos, o asistentes médicos, guardaespaldas, etc, etc. Esta práctica viene a raíz de que el Imperio del Hombre es muy receloso a la creación de robots o androides desde que mucho tiempo atrás los robots se rebelaran contra el hombre en una de sus peores épocas históricas. Obviamente temen bastante a la IA y, sin embargo... creen que existe un Espíritu Máquina que es sagrado... sí, sí, es complejo, pero no me quiero extender en la explicación.
- Sistema Lofer: es un sistema planetario de creación propia. Para saber más de él podéis ir aquí.
- Subsector Pertus: es un subsector galáctico que engloba varios sistemas planetarios de creación propia. Para saber más de él podéis ir aquí.
- Xenos: en Warhammer 40000 así es como el Imperio del Hombre llama a cualquier raza alienígena.
- Xenos: en Warhammer 40000 así es como el Imperio del Hombre llama a cualquier raza alienígena.
Muy buen relato Sogad. Me ha encantado sobre todo la parte de la persecución, consigue meter de lleno al lector en la acción, o por lo menos a mí me ha atrapado.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias Skofis, la verdad es que me da la impresión de que lo he explotado poco, pero la parte de la persecución la disfruté mucho imaginándola y plasmándola.
EliminarUn saludo!