viernes, 11 de marzo de 2011

Hermano Ciros, Dreadnought de los Custodios del Tridente

CIROS, DREADNOUGHT DE LOS CUSTODIOS DEL TRIDENTE

Ciros comenzó su existencia formando parte del capítulo de los Puños Imperiales. Cuando en Terra se decidió la creación de los Custodios del Tridente se elegió la semilla de los hijos de Rogal Dorn para ello. Pero el capítulo incipiente precisaba de una etapa de formación en un espacio de tiempo demasiado escaso, pues se había planeado que el capítulo fuera instalado en una zona de colonización imperial cuya inestabilidad se acrecentaba día a día. La solución, propuesta por la Eclesiarquía, fue que varios de los Puños Imperiales pasaran a ser los primeros Custodios del Tridente con la intención de acelerar, en la medida de lo posible, el adiestramiento de los neófitos. No fue sencillo encontrar un puñado de Puños dispuestos a "emanciparse" de su capítulo, al final, y tras la promesa de poder regresar a los Puños Imperiales una vez acabada su tarea, un reducido grupo de Puños embarcaron rumbo a los confines del Imperio del Hombre con cientos de neofitos a su cargo.

Ciros era un joven marine espacial veterano de varias cruentas batallas, pero cuyo caracter irreflexivo e impulsivo le había llevado a ser rechazado de diversas escuadras sin conseguir encontrar su sitio. Quizás fuera un sentimiento de aislamiento el que hizo que se decidiera a presentarse voluntario para ser uno de los primeros Custodios del Tridente.




Ya durante el viaje hacia el sistema de la Tríada (donde debía asentarse el nuevo capítulo) constató que su caracter no era relevante para sus compañeros, todos ellos se tomaban la ardua tarea que les esperaba como una misión sagrada, para la gloria del Emperador, donde lo importante era cumplir con su deber. Así que se sintió optimista y motivado casi desde los inicios. No le costó avituarse a la rutina que ya en Nusci (planeta donde se instalaría la fortaleza capitular) se marcó. El adiestramiento de los neofitos absorbía todo su tiempo y atención, estos futuros marines espaciales eran muy parecidos a él; impulsivos y entusiastas, habían sido seleccionados de los habitantes del Segmentum Solar e incluso de Terra, y la mayoría había crecido escuchando o leyendo las grandes gestas de los Marines Espaciales. No pasó mucho tiempo antes de sentirse unido a estos guerreros. A la larga esto le acarrearía un enorme peso sobre sus hombros, pero eso aún no lo sabía.

Pasaron muchos años antes de que los Custodios del Tridente pudieran considerarse un capítulo al completo. Habían participado en algunas batallas y escaramuzas, pero hasta que el señor del capítulo no decidió que ya estaban preparados sólo realizaban tareas de poca envergadura.

Cuando por fin el capítulo comenzó su verdadera "vida" Ciros disfrutó con cada batalla, como antiguo Puño Imperial se le había ofrecido ser capitán de una de las compañías de batalla, pero rechazó la propuesta con la intención de mantenerse siempre en primera línea, sin el peso ni la responsabilidad de comandar las tropas, aceptando sin embargo un rango de sargento de escuadra. Pero en su fuero interno se daba cuenta de que con cada victoria crecía el orgullo que sentía por sus antiguos pupilos, ahora compañeros de armas, y a la satisfacción del combate se iba formando en su interior un extraño dolor sordo por los Tridentes caídos. Acabó enfocando todos sus esfuerzos en tratar de combatir en todos los frentes en cada combate, atacando lo antes posible. Su escuadra fue pronto reconocida como la más arrojada y la que más sobresalía de la Tercera Compañía de Batalla, obteniendo numerosos reconocimientos. La escuadra Sombra Roja tenía una tasa de pérdidas grande, pero siempre había Tridentes dispuestos a unirse a ella para cubrir las bajas. El capitán de la tercera compañía, Jules Ponthas, dejaba completa libertad a Ciros y su escuadra hasta que las bajas empezaron a preocuparle, pues a pesar de que la Sombra Roja realizaba un gran trabajo se había convertido en un "agujero sin fondo" en el que los Tridentes perecían con facilidad. Tras una fuerte discusión Ciros acabó siendo degradado y asignado a la propia escuadra del Capitán Ponthas. Bajo la tutela del capitán, también un antiguo Puño Imperial, Ciros obtuvo un nuevo objetivo, la defensa del honor de la Tercera Compañía. A partir de ese momento Ciros fue el más fiel defensor del estandarte de la compañía, cubriendo con su bólter al portaestandarte de tan importante icono en cada batalla. Su momento álgido como veterano de la escuadra de mando de la Tercera sucedería durante la Purga de Recis.

La capital del planeta Recis, Corsis, había sido sitiada por los orkos durante varios días, y la Cuarta Compañía había sido aniquilada casi por completo en su defensa. El señor del capítulo, el Senescal Baldimer, había formado un equipo de ataque uniendo la Primera y la Tercera compañías. La lucha por liberar la capital fue enconada, los pielesverdes luchaban con fiera determinación y enorme odio. En un momento buena parte de la Tercera, con su escuadra de mando al frente, se vio rodeada mientras luchaba desesperadamente por abrirse paso hasta los últimos hermanos de la Cuarta que aún parecían resistir en la gran catedral de la ciudad. El capitán Ponthas entregó su vida gritando potentes loas al Sagrado Emperador, Ciros fue testigo del cobarde descuartizamiento del que fue objeto el cuerpo sin vida. Los orkos rugían de alegría mientras los Tridentes parecían haber perdido ímpetu. Con un grito inhumano de rabia Ciros cargó hacia el grupo que pisoteaba los despojos de su capitán, el portaestandarte, que siempre estaba cerca, no se lo pensó dos veces y le acompañó en su carga con el estandarte sujeto con manos crispadas de odio. Los Tridentes de aquella atestada calle, entre el humo y la sangre, sólo vieron como el emblema de su compañía se bamboleaba con fuerza hacia delante, mientras sus auriculares aún vibraban con un grito que clamaba venganza. No les hizo falta más para abalanzarse contra el enemigo.

Corsis fue liberado semanas después. Mientras tanto Ciros había comandado la Tercera siendo el veterano más antigo de ésta. Conocía a buena parte de los hermanos que lo rodeaban, pues habían sido sus pupilos tiempo atrás. Durante todo el tiempo trató de coordinar los ataques y la defensa teniendo presente lo que Ponthas había hecho en vida, dejándose llevar sólo en los momentos más desesperados por su impulsivo caracter. De esta manera la Tercera fue de las pocas compañías que consiguieron mantener la mitad de sus efectivos, mientras otras eran aniquiladas o diezmadas de manera alarmante.

El Senescal Baldimer, acabada la Purga y con la realidad de una reestructuración interna muy presente, ofreció a Ciros el puesto del fallecido Ponthas. En esta ocasión, y presionado por sus propios hermanos de la Tercera, el ofrecimiento fue aceptado. Y así, la Tercera pasó a ser una de las compañías de batalla más activas mientras el capítulo se recuperaba, pues su capitán, sintiendo la gran responsabilidad de defender a la Tercera y al capítulo al completo, ofrecía los servicios de su hombres para cualquier misión. Y había muchas oportunidades, pues quizás por la debilidad del capítulo, en plena reconstrucción, Nusci, planeta donde se situaba la fortaleza capitular, sufrió numerosos ataques.

Cirus y sus guerreros se fueron desgastando con cada batalla, hasta que el Senescal Baldimer tuvo que ordenar, de manera terminante, que la Tercera debía permanecer en la fortaleza hasta nueva orden, pues temía que tan valerosos hermanos acabaran perdidos fisica y mentalmente. Y sería a las puertas de su "casa" donde Ciros, capitán de la Tercera Compañía, héroe del sitio de Corsis y antiguo Sombra Roja, encontraría su destino.

Todas las compañías de batalla y los neofitos, excepto la Tercera, se hallaban movilizados, bien patrullando el sistema o bien desparramados por las tierras de Nusci, luchando en multitud de focos abiertos en la larga guerra de desgaste que el capítulo venía sopotando durante su recuperación. El sol acababa de desaparecer por el horizonte cuando la fortaleza sufrió el primer ataque. Quizás fueran piratas, o quizás rebeldes de otros sistemas, el caso es que el enemigo contaba con maquinaria de asedio y armamento pesado. Ciros y su compañía vieron frustrados sus intentos para comunicarse con sus hermanos del exterior al ser destruida la antena de comunicaciones, mientras los muros de la fortaleza sufrían un constante bombardeo. Sin apoyo y con la posible destrucción de su casa capitular, el capitán de la Tercera reunió a sus hermanos y mirándoles a los ojos les hizo saber que aquella podría ser la primera vez que el sagrado suelo de la fortaleza sería mancillado por los sucios pies de los enemigos del Emperador, pero que él no se quedaría allí mirando como todo se derrumbada. Pretendía hacer una salida suicida con la intención de distraer el fuego y la atención enemiga y poder lanzar una baliza de comunicación al espacio, con un mensaje de socorro para cualquiera que pasara cerca de la órbita del planeta. Como un solo ser la compañía al completo se presentó voluntaria a aquella salida desesperada. Henchido de orgullo Ciros seleccionó a la mitad de sus guerreros, que lo acompañarían en la salida, mientras el resto les prestaban cobertura desde las almenas de la fortaleza. Y rogando al Emperador por que la baliza fuera detectada con rapidez, Ciros abrió las puertas de la fortaleza y cargó contra el enemigo.

Serían necesarias tres salidas y la pérdida de dos balizas antes que la misión fuera llevada a cabo con éxito. En medio de la refriega, mientras sus hermanos caían a su alrededor, pudo ver como la baliza describía un surco vertical hacia el cielo y se perdía de vista, poco después una enorme explosión cayó sobre la escuadra que comandaba. Su cuerpo estaba medio destrozado, y había entrado en coma, así que no fue testigo de como sus hermanos realizaban una defensa desesperada mientras lo introducían nuevamente en la fortaleza; la escuadra Sombra Roja, que había sobrevivido a numerosas batallas, perdió hasta el último de sus miembros al quedarse atrás para que la lenta retirada del caído se llevara a cabo.

La ayuda para los asediados llegó tres días después. Pero el asedio había acabado, la Tercera estaba completamente destrozada, pero la fortaleza no había sido profanada. Los pocos supervivientes, apenas dos o tres Tridentes y unos cuantos servidores del capítulo, condujeron a un apenado Senescal Baldimer a la enfermería, donde el señor del capítulo contempló con horror varios de sus hermanos mutilados, entre ellos el del capitán Ciros, comatoso y febril, pero con un hilo de vida aún.

Baldimer tomo una de las decisiones más amargas pero necesarias como señor del capítulo cuando ordenó que Ciros fuera mantenido con vida en las entrañas de un Dreadnought. El capítulo de los Custodios del Tridente pasaba por una época de pesimismo, y eran necesarios los héroes y el recuerdo de las gestas y las leyendas. Ciros volvería a defender a su amado capítulo en cientos de batallas más a lo largo de la historia de los Custodios del Tridente, sobreviviendo a todos y cada uno de los primeros adiestradores Puños Imperiales de los Tridentes, incluido el Senescal Baldimer. Aún hoy hay batallas para las que el Hermano Ciros es "despertado" de suletargo para gloria del capítulo y desgracia de los enemigos del Emperador.



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El capítulo de los Custodios del Tridente, de creación propia, posee su trasfondo (que voy creando poco a poco), que podeis leer en este mismo blog, haciendo click aquí.


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