lunes, 8 de noviembre de 2010

Tiempo Perdido (1ª parte) [Relato Warhammer Fantasy]

TIEMPO PERDIDO

Llaman apresuradamente a la puerta del camarote. Debe ser importante, les tiene dicho a sus hombres que no lo molesten en su período de descanso.

- Pase.

- Capitán perdone que…

El marinero parecía nervioso, demasiado nervioso.

- Escúpelo ya muchacho, ¿qué diantres pasa?.

- Hemos avistado velas negras.

Se levanta de un salto y agarra el sable mientras alcanza la puerta. Tan sólo hacía un par de días que los hombres se sentían ya cansados de patrullar y le habían pedido descansar un tiempo en algún puerto. No se lo podía reprochar. Un galeón no era un navío eficaz para vigilancia, lento y pesado. Sin embargo sí lo era para defenderse, y si se avecinaba una batalla... si aquellas velas… paró en seco en mitad de las escaleras de subida a la cubierta principal y giró bruscamente.

- ¿Piratas?.

- ¿Qué?, yo…esto… no lo sabemos.

Reanudó la marcha tratando que no aflorara a su rostro enfado alguno.

- ¿En qué dirección? ¿a qué distancia?.

- A babor… pero la distancia… es difícil de precisar, se acerca velozmente.

Echó un rápido vistazo en aquella dirección pero no veía nada. Dirige sus pasos al alcázar, subiendo las escaleras de dos en dos. Como esperaba encuentra miradas ansiosas y gestos tensos.

- ¡Contramaestre!, informe.


 
León le pasa el catalejo y señala delante, a la izquierda.

- Apareció como de la nada, el vigía dio el aviso poco antes de que mandara a buscarlo Capitán. Es… es muy veloz.

Era cierto, en cuanto enfoca la imagen apenas se ven un par de velas negras triangulares, pero al instante comienzan a crecer. Ese efecto sólo podía significar que, efectivamente, aquél bajel debía ser rápido. Con un escalofrío reconoce aquella silueta. Aunque los recuerdos son de hace muchos años, desea con toda su alma estar equivocado.

- Que todos se preparen para el combate, carguen los cañones y que forme la Guardia en cubierta.

- Aún están lejos señor, quizás no nos hayan visto y cuando lo hagan huyan.

Miró a León a los ojos, con gesto serio.

- Sí, señor, ahora mismo Capitán Cabañas.

El contramaestre vocifera las órdenes y éstas se repiten más abajo. Es difícil que el enemigo no los haya avistado ya, sobretodo cuando parecen venir directamente hacia ellos. Mira de nuevo por el catalejo, con la esperanza de que hayan variado el rumbo. No es así, y ahora puede ver no sólo las velas negras, sino pendones del mismo color, e incluso una proa de madera oscura. En un parpadeo un segundo navío aparece al lado del primero. Mirmydia nos proteja.

Aprieta con fuerza la madera de la barandilla. El Espolón es un buen barco, confía en él, y en su tripulación, pero se le hace muy difícil quitarse de la cabeza las imágenes del pasado. Espera estar equivocado, pero debe poner al corriente a los hombres antes de que aquellos barcos se acerquen más.

Ordena una reunión de urgencia en su camarote mientras se apresura a volver allí. Expondrá primero sus temores a su círculo de mando.

* * *

- ¿Elfos? ¿está seguro Capitán?.

- No, no lo estoy, pero si lo son, entonces los elfos de los que hablo son asesinos despiadados, saqueadores, esclavistas, no los altivos seres que alguna vez han pasado por las tierras de Estalia.

- He oído hablar de ellos, las costas han sufrido sus ataques desde hace muchos años, ataques esporádicos pero…

- Pero devastadores.

Los hombres no parecían temer, más bien tenían expresiones decididas, debía haberlo supuesto, pero ellos no han tenido que luchar antes contra aquellos asesinos de tez clara y orejas puntiagudas. Los miró de uno en uno.

Su segundo oficial se mantenía muy quieto, había preferido quedarse de pie y agarraba con fuerza el pomo de su espada. A su lado León, el contramaestre, giraba entre sus manos su gorro mientras echaba miradas nerviosas a la puerta del camarote. Las sillas las ocupaban Martí y Costio. El primero debía estar ya planeando una defensa que ordenar a sus hombres, la Guardia de Cubierta, mientras que Costio, al que apodaban el Cuervo, no ocultaba su ira por haber sido alejado de sus queridos cañones en un momento tan importante.

- Capitán… esos… esos elfos ¿sangran y mueren?.

Sabía que el primero en hablar sería el jefe de la Guardia. Por un momento pensó en ponerse furioso y tratar de hacerles ver el problema que podían tener entre manos, pero eso no hubiera servido de nada, no había llegado a capitán mostrando debilidad.

- Sí, por supuesto que mueren, y sangran, maldita sea, se los puede cortar en pedacitos y dáselo a comer a los peces.

- Entonces no veo el problema, mis hombres…

- Capitán Cabañas, entenderá que esto me hace perder un tiempo muy valioso, ahora mismo los cañones estarán casi preparados, pero sin mi supervisión ¿quién sabe lo que habrán hecho esos…

A Costio se le había acabado la paciencia, se había levantado y mientras hablaba se dirigía a la puerta. Suspiró y con un gesto de la mano dejó que se marchara. León lo miró nervioso. También lo dejó marchar. Martí ni siquiera esperó su consentimiento y se marchó mientras su diestra buscaba algo en su cinturón.

- A los hombres les vendrá bien la acción Capitán.

Montes era un buen Segundo, y en otras circunstancias hubiera estado completamente de acuerdo con su observación. Pero esta vez simplemente lo miró en silencio.

* * *

Lo habían despertado cuando el sol subía perezosamente por el horizonte. Pronto se tragó la sarta de maldiciones que iba a escupir cuando se dio cuenta del alboroto que reinaba en el galeón. Había tenido guardia esa noche y su sueño debía haber sido profundo. Saltó de la lona que le servía de cama dándose un golpe en la cabeza. No debería haber atado los extremos tan alto, pero su compañero “de abajo” lo convenció de que así tendrían más espacio.

Recogió apresuradamente su chafarote y corrió por el pasillo hasta llegar a cubierta. Por el camino pudo enterarse de lo que pasaba, el barco se preparaba para el combate, dos navíos más pequeños y veloces se acercaban por babor.

Al salir al exterior la luz era aún mortecina, pero había suficiente claridad como para poder ver a lo lejos un par de siluetas de velas triangulares. Un tanto extrañas, se dijo.

Sus compañeros ya estaban luchando con las jarcias agarrados con destreza a las botavaras. Su lugar era allí arriba, ayudando a soltar las velas, así que buscó con la mirada algún rincón donde fuera necesario. Pronto lo vio en el palo mayor, había algún problema en la parte derecha, así que corrió para trepar hasta allí. A sus pies pudo distinguir como los cañones se preparaban a toda prisa. Echó una ojeada rápida de nuevo al enemigo, uno de aquellos barcos ya estaba casi encima del Espolón, y el buque aún no estaba listo. Apretó los dientes y al girar la cara de nuevo hacia el palo mayor chocó contra algo duro. Tardó un tiempo en darse cuenta de que era un soldado de la Guardia de Cubierta. Se alejó pidiendo disculpas mientras el hombre medio acorazado se levantaba furioso.

Si la Guardia había sido llamada era porque el Capitán temía un abordaje. Mientras trepaba por el ancho mástil pensó que no le gustaría nada ser un soldado de la Guardia. El casco y el peto de metal parecían pesados, y si a ello añadimos la rodela, la espada y la pesada pica…. Y qué decir de los arcabuceros, quizá soportaran menos peso, pero en el mar tratar de que la pólvora estuviera siempre seca y apuntar con aquél vaivén… De pronto sintió el familiar retumbar de los cañones del barco, detuvo la subida y miró a los barcos negros, no sabía si los disparos habían acertado, pero se sorprendió al ver que el enemigo estaba mucho más cerca de lo que esperaba. Pero salió pronto de su estupor cuando los gritos bajo sus pies volvieron a colmar el aire. Por fin llegó a la unión entre el palo mayor y la botavara, se sentó a horcajadas y avanzó hasta donde la vela parecía estar enganchada. Oyó un grito de aviso proveniente de arriba, del vigía. Y poco después miles de silbidos apagados. Se preguntó qué los produciría. Los alaridos en cubierta hicieron que mirara abajo.

Multitud de pequeñas flechas, o quizás fueran virotes, aparecían clavadas en una amplia zona. Veía como algunos de sus compañeros se retorcían en el suelo mientras dos o tres cuerpos permanecían inertes. Soltó una maldición y al instante volvió a percibir los extraños silbidos cruzando el aire. Esta vez giró la cabeza buscando las mortíferos dardos. Una pequeña nube oscura se acercaba velozmente.

- Myrmidia protégeme. Protege a tu buen siervo Raúl Molino.

* * *

Desde el alcázar pudo ver como todas aquellas saetas hacían blanco en su tripulación. Se encasquetó su sombrero de capitán y se planteó seriamente ordenar un viraje a estribor, si el enemigo se acercaba más no daría tiempo a que los cañones dispararan una segunda andanada, y tener dos navíos tratando de abordar el Espolón era un grave problema. La segunda andanada de los cañones llegó en ese momento. Al menos Costio estaba siendo eficiente en su trabajo. El bajel de velas negras más cercano se vio sacudido como si una maza lo golpeara en un costado. Vio como saltaban por los aires pedazos de madera y varios cuerpos. Los impactos detuvieron la velocidad del navío y entorpecieron el camino al que iba detrás, que empezó a abrirse un poco. Eso podría ser favorable, quizás… sí, podía servir.

- ¡Contramaestre!, vire rápidamente a babor y envista al primer navío.


- Sí Capitán. ¡¡Viraje a babor!! ¡¡Largad velas!!.

El galeón era algo lento, pero aunque el barco enemigo había reducido su velocidad no podría detenerse o virar con suficiente antelación, o al menos eso esperaba. Mientras, debía vigilar al segundo barco, o al menos tratar de mantenerlo un tiempo alejado.

- Montes tome el mando de la embestida.

- ¿A dónde va Capitán?.

- A hacer algo con el segundo barco.

Bajó velozmente a cubierta y buscó al oficial de la Guardia. Martí vociferaba órdenes a sus hombres y de vez en cuando añadía alguna pulla hacia el enemigo. Le costó hacerse oir, pero el oficial entendió finalmente la necesidad de utilizar los arcabuces y ballestas para acosar el segundo navío. Luego se dirigió al pequeño cañón de popa. Era una pieza de pequeño calibre para ser un cañón, pero a cambio tenía una mayor cadencia de fuego y maniobrabilidad, pues estaba colocado sobre un soporte que giraba sobre sí mismo.

Les explicó a los artilleros que debían tratar de desgarrar las velas negras del segundo barco. Cuando los hombres estaban buscando los proyectiles incendiarios el Espolón sufrió una fuerte sacudida, haciendo que se tambaleara. Consiguió mantenerse en pie y miró a proa, esperaba ver el casco enemigo destrozado.

* * *

Las velas estaban ya totalmente desplegadas y el brusco viraje casi lo había pillado desprevenido. Desde allí arriba podía ver como se acercaban irremediablemente al barco enemigo que también se les echaba encima. ¡Iban a embestirlo!. Se agarró con fuerza al palo mayor y apretó la mandíbula. El Capitán tenía fama de temerario, y Raúl había sufrido en su cuerpo aquello. No tenía ningún interés en volver a caerse del palo, no, esta vez no, por la Sagrada Myrmidia. Sintió la sensación de vomitar, y eso que aún no había comido nada. Cerró los ojos y se produjo un fuerte estruendo, el palo mayor empezó a vibrar con fuerza.

Continuará....

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NOTAS:

Chafarote: Variante del machete pero aun más pesado que éste. Es corto y ancho, con una punta curva y ligeramente redondeada. Era utilizado como arma por marineros de la época de los corsarios.

Jarcia: es cada cuerda, cabo, etc, que se utiliza en cualquier parte de un navío, ya sea para sostener, sujetar o mover las diferentes piezas o partes.

Botavara: palo horizontal que, junto con el mástil, sirve para sujetar una vela.

Rodela: escudo redondo de pequeño tamaño.

Cadencia de fuego: es el número de disparos que un arma puede ejecutar en un tiempo determinado. A mayor cadencia mayor número de disparos en un corto espacio de tiempo.

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