CABALLERO PÚRPURA (1ª parte)
Se despertó al amanecer. Estaba contento y no podía seguir durmiendo. Se sentía bien, mejor que bien, y sólo había necesitado un cambio en su vida. Se vistió sin prisas mientras pensaba lo que iba a hacer tan temprano. Pudo oir un lejano entrechocar de metal contra metal y sonrió. Su padre debía estar ejercitando su esgrima, no recordaba el tiempo que hacia que no lo veía practicar. Levantarse al alba nunca había sido una de sus pasiones, y aunque su progenitor trató de inculcarle la importancia de entrenarse en el combate, en el momento en el que tuvo edad suficiente para elegir, el respetado señor Keirtofhen tuvo que rendirse ante la evidencia de un hijo holgazán. Al menos le dio la pequeña alegría de continuar estudiando. Aunque si el viejo supiera los acuerdos que tenía con algunos de sus profesores…
Se le escapó una carcajada antes de taparse la boca con gesto divertido. Estaría bien ver la cara de su padre viéndolo aparecer con la espada preparada para practicar. Empezó a rebuscar en el arcón. En cuanto la encontró la estudió con rapidez, estaba bien cuidada, había valido la pena convencer a uno de los criados para que la mantuviera siempre en perfectas condiciones. En las ocasiones en las que debía asistir a alguna fiesta en la corte iba siempre impoluto, y, por supuesto, como buen hijo de un militar retirado, con su espada.
Se despertó al amanecer. Estaba contento y no podía seguir durmiendo. Se sentía bien, mejor que bien, y sólo había necesitado un cambio en su vida. Se vistió sin prisas mientras pensaba lo que iba a hacer tan temprano. Pudo oir un lejano entrechocar de metal contra metal y sonrió. Su padre debía estar ejercitando su esgrima, no recordaba el tiempo que hacia que no lo veía practicar. Levantarse al alba nunca había sido una de sus pasiones, y aunque su progenitor trató de inculcarle la importancia de entrenarse en el combate, en el momento en el que tuvo edad suficiente para elegir, el respetado señor Keirtofhen tuvo que rendirse ante la evidencia de un hijo holgazán. Al menos le dio la pequeña alegría de continuar estudiando. Aunque si el viejo supiera los acuerdos que tenía con algunos de sus profesores…
Se le escapó una carcajada antes de taparse la boca con gesto divertido. Estaría bien ver la cara de su padre viéndolo aparecer con la espada preparada para practicar. Empezó a rebuscar en el arcón. En cuanto la encontró la estudió con rapidez, estaba bien cuidada, había valido la pena convencer a uno de los criados para que la mantuviera siempre en perfectas condiciones. En las ocasiones en las que debía asistir a alguna fiesta en la corte iba siempre impoluto, y, por supuesto, como buen hijo de un militar retirado, con su espada.