jueves, 10 de mayo de 2012

La leyenda de "Las Pelotas de Sigmar" [Relato Warhammer Fantasy]

LA LEYENDA DE "LAS PELOTAS DE SIGMAR"

Cuenta la leyenda que en una de las peores hambrunas vividas en las tierras de Ostland acabó cuando una aldea en las montañas encontró las Benditas Pelotas de Sigmar.

Según la versión más aceptada de la historia dos montañeses, Gono y Crote, se adentraron en lo más alto de las montañas buscando presas que cazar para dar de comer a sus familias. Por toda la región el hambre estaba costando la vida a decenas de personas casi a diario, por lo que abundaban los que salían a cazar de manera desesperada. Pero las presas escaseaban y muchas familias habían decidido ya emigrar a otras regiones.




Gono y Crote no querían marcharse, estaban convencidos de que los animales estaban simplemente escondidos, y quizás por culpa del hambre, y de que ambos estaban algo locos, se les ocurrió que era cerca de la cima de las montañas donde deberían haber ido todos esos animales que ya no se veían. Así que tras tomar un último cuenco de sopa aguada se lanzaron a coronar la montaña más alta que estuviera más cerca de su aldea.

No se sabe cómo se las arreglaron para sobrevivir a un ascenso peligroso, y tan debilitados como estaban por la falta de alimento, pero cuando sus familias ya habían abandonado toda esperanza y estaban a punto de emigrar como muchos otros, los dos aventureros regresaron lozanos y exultantes, trayendo consigo un gran rebaño de cabras montesas. Pero sobretodo decían y prometían que había muchos más animales allí de donde venían, habría de sobra para toda la aldea y para las de los alrededores también. Y todo gracias a, según decían, la guía del mismísimo Sigmar.

Hubo festejos y danza en la aldea ante la buena nueva, y ya de noche, alrededor de una hoguera, los dos nuevos héroes contaron su aventura. Habían estado a punto de morir de hambre en la tercera noche que pasaron fuera, sobretodo porque habían empezado a pelearse entre sí por conseguir el último rábano mohoso que les quedaba. Acabaron magullados y tan debilitados que sólo pudieron tumbarse a esperar que Morr viniera a por ellos. Pero entonces se les apareció un enorme guerrero completamente desnudo con una increíble corona en la cabeza, ambos estuvieron de acuerdo en que se parecía mucho a Sigmar, aunque el aparecido tendía a rascarse la entrepierna a menudo y no portaba el martillo sagrado, pero debía medir como dos chozas una encima de la otra, o más incluso. Sigmar les dijo que no desesperaran, que a la mañana siguiente sólo debían seguir ascendiendo en la misma dirección que lo habían estado haciendo, y que se fijaran en la propia montaña en busca de una señal que ellos entenderían. Tras decirles aquellas palabras el guerrero desapareció dejando a ambos confusos pero esperanzados.

Tal y como el dios les dijera al día siguiente, a fuerza de voluntad, consiguieron ascender un pedazo más de la montaña. Y cuando ya se preguntaban a qué señales debía referirse la aparición, Gono, o quizás fuera Crote, se fijó en dos enormes rocas redondas que le resultaron familiares, así que dijo:

"- Aquellas rocas se parecen a un par de..."

"- Se parecen a unas buenas pelotas compadre."

"- Sí eso, pero me recuerdan, así de grandes a..."

"- Espera ya sé, se parecen a las que se rascaba anoche Sigmar ¿no?."

"- Pero ¿cómo te atreves?, estás hablando del doblemente bendito Sigmar."

"- Bueno pues eso, se parecen al par de benditas pelotas de Sigmar."

Tras estas palabras ambos intercambiaron una serie de obscenidades y bromas que se abstuvieron mucho de repetir ante sus convecinos. Pero sí que contaron cómo ambos se acercaron a las formaciones rocosas de forma redondeada y descubrieron que entre ambas había una abertura, ni cortos ni perezosos se adentraron por aquel hueco y tras recorrer un corto túnel se toparon con una enorme caverna que no tenía techo, y en cuyo interior las plantas habían crecido, y por todas partes había animales paciendo o rumiando. Asombrados por el descubrimiento tardaron un rato en ponerse de acuerdo en que ni estaban soñando ni estaban muertos. Tras cazar y comer como hacía mucho que no habían hecho se apresuraron a buscar algo que poder transportar a sus familias, o incluso a la aldea. Ya con el rebaño de cabras montesas reunido se preocuparon por ir señalizando su camino conforme volvían a la aldea, para así poder regresar cuando fuera necesario.

Los habitantes de la aldea, y también los de las poblaciones más cercanas, pronto se acostumbraron a peregrinar "donde las Pelotas de Sigmar" cada cierto tiempo, para conseguir alimento, llegando incluso a ser habitual la expresión "¡Por las Pelotas de Sigmar!" no sólo en tabernas y fiestas a la hora de brindar, sino también para perjurar y maldecir.

Cuando la época de hambruna acabó la caverna estaba ya casi vacía, y nunca más volvió a llenarse de animales, pero la gente siguió peregrinando a Las Pelotas de Sigmar para agradecerle al dios su ayuda en tiempos tan difíciles, y con el tiempo pasó a ser una historia contada a hijos y nietos, la única que valía la pena de aquella terrible época de hambruna, y que de hecho fue mucho más tiempo recordada que otra que también tuvo su importancia, aunque en una región vecina, en la que dos gigantes se habían peleado durante casi un mes, matándose finalmente entre sí, algunas versiones de esta historia decían que uno de ellos estaba desnudo.

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